domingo, 21 de agosto de 2005

Simplemente mi vida: "CAP. XXIII CONCLUYENDO"



Tuvimos la mala suerte de nacer en una época de turbulencias, guerras, evacuaciones, separaciones y alejamiento de la familia, pero nadie como nuestras madres sufrió el dolor amargo de la peor de las tragedias. A ellas hay que recordarlas siempre y rendirles eterno homenaje.
He tardado demasiado tiempo en escribir todos estos recuerdos del primer periodo de mi vida, desde los setenta y cinco hasta los ochenta años.
He envejecido mucho y mi cabeza ya no está para reflexiones profundas, carezco de rigor analítico y de precisión estilística; pero he rescatado de mi interior el recuerdo de aquellos años que tan honda huella dejaron en nosotros.
La impotencia y la frágil estructura de mis primeros pasos se fueron fortaleciendo a golpes de la vida. Una infancia feliz no merece la pena de ser contada, pero éste no es el caso; mis primeros años fueron escamoteados por las guerras, aunque me hayan sido después compensados con generosidad porque he disfrutado de plenitud larga y una vejez desahogada.
Todavía oigo en mis oídos los sonidos inolvidables y concretos del ruido que provocaba el paso del tranvía metálico y cochambroso… o el seco crujir de la nieve helada bajo las pisadas de las viejas “valienki” (botas de fieltro). ¡Hay tantos recuerdos imborrables!
He reflexionado, he narrado, he usado la razón y los sentimientos. No he sabido hacerlo mejor.
Dice la escritora Elvira Lindo que “cunde la idea de que la vida de uno es completamente extraordinaria y está pidiendo a gritos que alguien la lleve a un libro. En realidad, este es el sueño de cualquier idiota”.
No creo que éste sea mi caso, porque la intención que me llevó a hacerlo fue el deseo de que Fran y Laura, Sergio y Roberto y también Aida, supieran de primera mano el porqué de los lugares de nacimiento de sus padres y esto, sinceramente, creo que lo he conseguido.
Mis nietos, mis bisnietos, sus descendientes, los descendientes de sus descendientes…, a todos os quiero y aún sin conoceros ni saber nunca de vosotros, deseo de todo corazón que jamás tengan que llamaros “Niños de la guerra”, como a nuestra generación, sino que seáis felices “Niños de la paz” eternamente.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario