sábado, 24 de febrero de 2018

Paseo por Braña Castañar


Habiendo realizado una ruta al pico Llosorio hace unos días y pasado por Braña Castañar, lugar de nacimiento de mi madre, observamos el deterioro físico de una de sus poesías plastificada y prendida al roble inmediato del depósito de sus cenizas –bajo el carrasco--.
Pasado un tiempo de manifiesta incomodidad, realmente pocos día, retornamos al lugar con un nuevo manuscrito, una nueva copia plastificada, aprovechando para, con un pequeño recorrido circular, hacer una visita al cementerio de la Fosa del Llanu, donde están enterradas las víctimas de una de las masacres de la guerra civil: la del Llanu la Tabla.
Dejando, pues,  el coche al lado del monumento que recuerda tal suceso, subimos por la carretera al Llanu la Tabla a fin de conversar con dos vecinos del lugar, tío y sobrino, supervivientes de aquel evento del año 39.
Ellos nos indican que bajando por la derecha llegaríamos al pequeño cementerio en la cota baja, y justo en el entronque de dos regueras. Una lápida con sus nombres deja, constancia del sitio, y recuerdo por los años del atroz asesinato.
Desde allí, y por la margen derecha del río, iniciamos el regreso. Al principio unos doscientos metros por el cauce del Reguero La Tabla, para después ir subiendo ligeramente por un camino no precisamente limpio y claro.
Tras librar un par de árboles caídos y algún tramo de incómodos arbustos alcanzamos el espacio donde teníamos el coche aparcado.



Recorrido en el sentido de las agujas del reloj




Nos encontramos con el cementerio bastante deteriorado






Hay una pequeña cascada allí mismo





Vamos volviendo






Bajo el acebo las cenizas de Nieves




Inscripción en la losa a los fusilados y enterrados en la Fosa la Tabla





En el árbol unos versos de Nieves y debajo el poema completo






Epílogo



16-VIII-2005



A mis 80 años



Hoy ya no tengo ayer,

ni tampoco mañana;

ni siento, ni padezco,

ni veo, ni oigo nada.



Quiero hacer una hoguera con mi vida,

que vuelen las cenizas por los aires,

sentirme libre, alegre, redimida,

no pensar, no sufrir, no acordarme de nadie…

Quiero que el viento lleve mis cenizas

lejos, muy lejos, donde no haya nadie,

por encima de todas las delicias,

hacia las altas cumbres y anchos mares.



No importa que la cumbre esté nevada,

que el mar sea negro y la noche eterna,

no tengo miedo, no me importa nada

porque estar muerta es sosiego y calma.

Se ha extinguido ya el fuego de mi vida,

se han quemado los restos de mis años.

He muerto anciana, feliz y agradecida;

atrás quedaron risas, amor y desengaños.



No lloréis por mi eterna despedida,

olvidaos de mi cuerpo y de mi alma.

Disfrutad mientras sigan vuestras vidas

que, aunque yo ya no esté…

¡no pasa nada!



Soy humo en el viento,

ceniza en el suelo,

sonrisa en recuerdo,

silencio, sosiego, …



Soy humo en el viento,

ceniza en la tierra,

el agua y el tiempo

borrarán mi huella…



miércoles, 14 de febrero de 2018

Visita a Armando Valdés y Luisina Vega


Con motivo de “el día de los enamorados”, 14 de febrero, y con unos días de antelación, exactamente el día 11, la Voz de Avilés y El Comercio de Gijón publican la historia de varias parejas de enamorados, en todo caso con personalidad propia, con cosas para contar, con cierto interés periodístico. Entre ellas el matrimonio integrado por Armando Valdés y María Luisa Vega, “niños de la guerra”.
El artículo llama poderosamente nuestra atención ya que no sabíamos del matrimonio, de su paradero en los últimos años, ni tan siquiera si vivían.
Ángel Lago y Nieves Cuesta, verdaderos sujetos protagonistas "in memorian" de este blog, tenían muchos y muy buenos amigos, pero casi se podría asegurar sin temor a equivocarse que Armando y Luisina eran de los más íntimos. Así pues, una vez conocida su ubicación, su actual estancia en una residencia ERA, gracias al artículo del periódico, acudimos a visitarlos en Pola de Laviana.
A continuación reproducimos parte del artículo publicado, lo que interesa a Armando y Luisa, pues de forma sucinta, pero clara y exacta, relata alguna circunstancia de la vida de estos dos niños de la guerra.









«Siempre fuimos yo  para ella y ella para mí»

Tampoco lo celebrarán Armando Valdés Ordieres (ovetense, 93 años) y María Luisa Vega González (gijonesa de La Calzada, 91), que atesoran una historia de película que los llevó a emigrar a Rusia huyendo de la guerra desde el puerto de El Musel cuando no eran más que unos niños. Toda una vida «con sus cosas buenas y sus cosas malas» que Armando cuenta desde la tremenda lucidez de sus ojos azules y mientras aparta las sopas de letras que se han convertido en su gran entretenimiento desde que ella ya no está del todo bien. «Alzheimer», susurra él, como hace cada vez que llega a un asunto delicado ahora que «cuidar de ella es todo lo que hace, siempre pendiente de su mujer», según cuentan los trabajadores de la residencia del ERA en Laviana, donde comparten la habitación 104. 


Armando y María Luisa

Empezar a quererse fue también algo mutuo. «Ella se fijó en mí y yo me fijé en ella y siempre fuimos yo para ella y ella para mí», recuerda Armando, que en aquella Rusia «donde había dificultades para todo, desde el racionamiento al frío de Siberia y los bombardeos», empezó a prepararse para ser perito industrial y a trabajar en una fábrica de motores a reacción, mientras que María Luisa estudiaba Geología. Y, entre clase y clase, los dos frecuentaban La Bielorrusa, un local en el centro de Moscú «que en los años cincuenta las autoridades rusas destinaron a los españoles» y, allí, en el baile, empezaron a arrimarse y cortejar. Se hicieron novios. Así que lo de casarse cayó por su propio peso y ella se encargó de informar a la familia en una carta en la que, entre detalles cotidianos, un poco temerosa del impacto de la noticia en Asturias, escribe: «En general todo sigue como siempre. La única noticia nueva es que me he casado el 15 de octubre con Armando. Soy muy feliz y estoy muy contenta. La madre igual va a estar descontenta que me casé, igual se va creer que es todavía temprano, que soy pequeña, vosotros diréis lo mismo, os adelanté a todos. Pero tener en cuenta que aquí la vida es muy diferente y más fácil, y además que ya tengo los 23 años encima. Vivimos muy bien y los dos contentos». Pero todo se torció solo un año después, cuando María Luisa dio a luz por cesárea a su primer hijo, Eduardo, que nació con graves problemas: «Los especialistas nos informaron de que sería sordomudo y fue un golpe muy duro». La vuelta a España, siete años más tarde, alivió en parte el sufrimiento del matrimonio, que por fin pudo abrazar a los suyos en la estación de Oviedo, y que poco después de tener a su segunda hija, sufrieron el mayor golpe de los posibles: «El fallecimiento de Eduardito a causa de un derrame cerebral. Tenía siete años». Pero, juntos, «con momentos mejores, peores y regulares», siguieron adelante. Ella, trabajando en casa. Él, en Ensidesa. Los dos, «socialistas y sin creencias religiosas, pero respetando a todo el mundo», vuelve a susurrar.  «Ella siempre fue mejor que yo, mucho más buena», resume Armando Valdés Ordieres la historia de un amor condensado en las dos alianzas que enseña, orgulloso, en su dedo anular. «Ella perdió la suya dos veces, así que ahora las llevo yo».




Emilia, viuda de José María Pais, de 92 años, amiga de los residentes del ERA y también niña de la guerra, aprovechó para visitar a sus viejos amigos de aquí y entrañables camaradas del pasado en la Unión Soviética.




Armando Valdés Ordieres





FOTOS ANTIGUAS


Armando Valdés en Moscú

Su hijo Eduardito nacido en Moscú

Valdés contempla a su hija Mª Loli nacida ya en Oviedo y a Avelino tercer hijo de Nieves


jueves, 8 de febrero de 2018

Placa en Obninsk dedicada a los Niños de la Guerra




Nos hemos permitido reproducir casi literalmente un registro conmemorativo publicado en el blog de AGE, para mayor difusión .

En Obninsk de 1937 a 1941 fue ubicada la Casa de Niños españoles Nº 5, una de las mejores de la Unión Soviética. En el 80 aniversario de la llegada de los niños españoles, ha sido inaugurada una placa conmemorativa. A pesar del frío, la ceremonia resultó increíblemente cálida.


La placa fue descubierta por el gobernador de la región de Kaluga, Anatoly Artamonov y el Embajador de España, Ignacio Ybáñez Rubio, quien habló con palabras de agradecimiento por la cálida recepción con la que fueron acogidos los niños españoles durante la guerra: "Este es un ejemplo que muestra claramente cómo estamos vinculados los pueblos de España y Rusia”. También asistieron diputados de la Duma Estatal de la Asamblea Federal de Rusia.




Manuel Arce Porres, ex alumno de la Casa de Niños Nº 5, presidente de la Fundación Nostalgia y miembro de la Asociación Archivo Guerra y Exilio (AGE) a quien representó en esta ceremonia, dedicó también unas palabras de agradecimiento a la dirección de la CSE RF-IPPE por la iniciativa de instalar la placa.
El 24 de Agosto de 1941, iniciada la Gran Guerra Patria, la Casa de niños españoles núm. 5 fue evacuada a la provincia de Sarátov. Los educandos de más edad se unieron al Ejército rojo y a los guerrilleros. Veintiuno de ellos dieron sus vidas en el frente por salvar su segunda Patria de la amenaza fascista.

Desde mayo de 1946 el edificio ha sido el Instituto de Física y Energía, donde ahora se ha ubicado la placa, cuyo texto dice:

 

"El 23 de Junio de 1937 unos 500 niños españoles entre 3 y 15 años, junto con sus maestros y educadores, llegaron aquí, huyendo de la Guerra Civil en la República Española".




Aproximadamente a 100 kilómetros de distancia, en el Centro de España en Moscú, se celebraba el 90 cumpleaños de Luis García Luque, "niño de la guerra" (en la fila primera). Luis es una persona muy querida y activa en el centro: responsable del coro y vocal de la Junta Directiva.


La segunda por la izquierda de suéter azul (Marina) y la segunda por la derecha ( al lado de Luis) son sobrinas carnales de Nieves Cuesta Suárez.