martes, 30 de septiembre de 2014

Art. de EL MUNDO: STANBROOK







30-09-14
JULIO MARTÍN ALARCÓN




El carguero partió de Alicante en la medianoche del 28 de marzo de 1939, dos días antes del final de la guerra

Stanbrook, los últimos pasajes de la República 






Los últimos pasajes de la República

Durante la tarde noche del 28, llenaron el muelle de Alicante varios miles de ciudadanos, los pasajeros del que sería la postrera posibilidad de dejar España. Cerca de 3.000 que se fueron con lo que pudieron. Al llegar la medianoche el carguero Stanbrook, el último barco con exiliados republicanos junto al Maritime, salió del puerto apenas dos días antes del último parte de guerra del general Franco del 1 de abril que daría por terminada la guerra. Helia González Beltrán estaba allí aquel día bajo la fina lluvia que caía en Alicante. Tenía seis años. Es la escena que relata para La Aventura de la Historia, mientras revive el viaje.

Agarrada a su madre y a su hermana Alicia, de tres, seguían los pasos de su padre Nazario entre el gentío del puerto. El Gobierno de la República se había desmoronado después del golpe del coronel Casado, y todos sus líderes habían huido del país por la frontera francesa o por avión. De Juan Negrín a Manuel Azaña, hasta personalidades del Partido Comunista como Santiago Carrillo. En tierra quedaban, en cambio, los últimos ciudadanos que buscaban una salida, muchos de ellos con carnet de partido -ver recuadro-, esperando durante horas en una interminable cola, al pie de la pasarela que les separaba del carguero Stanbrook.


Fundación Pablo Iglesias
Republicanos españoles desembarcando del Stanbrook
 en el Puerto de Orán el 30 de marzo de 1939

Miles de almas quedarían atrapadas bajo la lluvia, desesperadas, en ese mismo puerto los dos días siguientes, el 29 y el 30, cuando la apresurada voz de alarma de los últimos estertores de la República se convirtió ya en desesperado grito de huida, de sálvese quien pueda.

Los que permanecieron allí esperando algún otro barco, que nunca llegaría, formarían el primer campo de concentración de la represión franquista, justo en el momento en el que la División Littorio del general Gambara entraba en la ciudad en la tarde del día 30. Serían llevados al Campo de los Almendros, en las afueras de la ciudad, donde serían rodeados por alambre de espino.

Recuperar la memoria

El Capitán escocés del Stanbrook
Archibald Dickson
Ahora, la exposición Stanbrook, 1939. El exilio republicano en el norte de África organizada por la Universidad de Valencia en el Centre Cultural La Nau, Valencia, recupera su recuerdo con una serie de objetos, documentos, mapas, fotografías, imágenes, audiovisuales e ilustraciones de Paco Roca. Una muestra comisariada por Rocard Camil Torres que aspira a rememorar, de forma fidedigna y didáctica la odisea del trayecto del Stanbrook y examinar el sórdido y doloroso destino que tuvieron que sufrir sus pasajeros: vencidos, perseguidos, huidos, exiliados, maltratados, humillados y desterrados.

Los que huyeron en los últimos barcos eran los que más temían, por su afiliación, la nueva España que venía con los nacionales. Para entonces, en las inmediaciones de la costa estaba ya presta la Armada franquista con el minador Júpiter cerrando el cerco final tras la caída de Madrid ese mismo día. La amenaza era patente, el Winnipeg no podría entrar en el puerto intimidado por la presencia del buque. El Stanbrook, en puerto, saldría gracias a las órdenes de un decidido capitán escocés, Dickson, que desafió con su buque mercante de bandera francesa el bloqueo del puerto que desplegaba ya la Armada de Franco.

Aguantó hasta el último minuto. Primero el embarque fue tenso pero ordenado, más tarde, cuando se acercaba la medianoche, comenzaría el apelotonamiento, los nervios y la angustia: "Se levantaron y bajaron las pasarelas en varias ocasiones, por el goteo de gente que siguió llegando durante toda la tarde y la noche. Incluso a las 23.00 horas y cuando ya había iniciado las maniobras para salir del puerto, se dio marcha atrás a los motores y se lanzaron maromas al puerto", recuerda Helia.

Exiliados políticos:

  1. 572 socialistas
  2. 304 cenetistas
  3. 196 comunistas
  4. 590 republicanos
  5. 184 "internacionales"
  6. 470 sin filiación conocida, además de las mujeres y los niños

Huida desesperada

Gruesos cabos por los que treparían los últimos españoles en abandonar el país junto a las 32 autoridades republicanas que saldrían en el Maritime minutos después. La lista que elaboraría la policía aduanera francesa en Argelia con nombres, apellidos y edades ascendería a 2.638, aunque según las investigaciones posteriores, al menos tres mil cuerpos, quizá más, abarrotaron las bodegas, cubiertas y pasillos de cada rincón de un carguero con capacidad para 27 personas entre pasajeros y tripulación.

El periplo de la familia González Beltrán es ilustrativo de lo que estaba ocurriendo en los días finales de la guerra: solo unas horas antes de llegar a Alicante habían montado en un tren desde Elche que les llevaría a la ciudad y de ahí a toda prisa al puerto, y a la interminable espera. Su padre Nazario, como otros soldados del ejército republicano, había sido evacuado de Madrid en camionetas apenas un par de días antes, cuando la entrada de las tropas del general Franco era inminente.
Refugiados españoles del campo de Bou Arfa (Argelia) trabajando en la construcción del trans-sahariano, 1941.
Los pasaportes expedidos apresuradamente por el exiguo Gobierno republicano garantizaban el viaje a México. El barco de una compañía francesa había sido contratado por Rodolfo Llopis en nombre de la Federación Socialista de Alicante. Pero no llegaría tan lejos. La primera escala, Orán, Argelia, era su destino, a un coste de 203.356,16 francos, tal y como se encargaría de negociar el dirigente socialista en Orán. Para entonces, el día 29, el bando franquista emitido en Madrid especificaba que nadie que no tuviera las manos "manchadas de sangre" debía temer por su vida.
Tranquilizó a unos pocos pero aterrorizó a otros muchos, conscientes de una rendición incondicional. Fue entonces cuando una gran parte de los antiguos combatientes del ejército republicano y la práctica totalidad de los que estaban afiliados a cualquiera de las tendencias políticas que habían configurado la España "roja", denominada así por los nacionales, se apresuró a los puertos de Valencia, Alicante, Cartagena, los últimos territorios en caer en manos del ya victorioso bando nacional.

De la represión a los campos de concentración

Mucho se ha escrito sobre los exiliados o refugiados que salieron de España durante la Guerra Civil, de su huida de la represión franquista y los campos de concentración. El caso del Stanbrook es quizás el cuadro más completo del drama final de esos refugiados, de los perdedores de una sangrienta guerra civil. Los diferentes relatos de aquellas horas a bordo del Stanbrook repiten invariablemente las mismas precarias condiciones: el pasaje superaba con mucho la capacidad del carguero, no había sitio para moverse. "Allí donde te quedaras había que aguantar de pie", relata Helia. Un solo cuarto de baño para todos los confinados en la cubierta; muchos se hicieron sus necesidades encima.
Hacía buena mar, pero la travesía era peligrosa. Al poco de salir, varias bombas cayeron cerca de la embarcación. El capitán Dickson evadió el fuego con alguna maniobra evasiva que orientó el rumbo momentáneamente hacia Ibiza. Aunque las bombas de los nacionales fueran con toda probabilidad de aviso con el objetivo de amedrentar a la tripulación y hacer regresar el barco, lo cierto es que tal y como recuerdan los testigos, el pasaje vivió con pavor aquellos momentos.
Pensando que volvían a España, muchos tiraron la documentación por la borda, otros incluso saltaron desde las alturas del buque: "Un chico inglés se tiró desde arriba y golpeó a mi madre en el hombro, falleciendo después en la cubierta". Tras las aproximadamente veinticuatro horas que duró la travesía, el Stanbrook recaló en el puerto de Mers el Kebir y no en Orán, como se ha publicado en algunos libros, del que dista solo siete escasos kilómetros. Allí las autoridades de la Argelia francesa solo dejaron desembarcar a las mujeres, niños y ancianos y a algún enfermo.
Al resto les dejaron a bordo del Stanbrook durante más de un mes, solo socorridos por las pequeñas barcas de algunos argelinos que les llevaban comida. Cuando Llopis consiguió reunir el dinero del pasaje, bajaron, pero fueron confinados en campos de concentración. En Alicante, el Cuerpo de Ejército de Galicia desembarcó el 31. Algunos de los que habían quedado presos por los italianos recurrieron, como relató Max Aub, al suicidio. La guerra había terminado.

martes, 16 de septiembre de 2014

Información del Stanbrook en Wikipedia



Stanbrook
De Wikipedia, la enciclopedia libre

Stanbrook fue un buque carbonero británico, de 1.383 toneladas, de dimensiones 230,1 × 34 pies (70,1 × 10,4 m) y una velocidad máxima de 12 nudos, y con capacidad para 24 tripulantes, que efectuó la última evacuación de refugiados republicanos del puerto de Alicante el 28 de marzo de 1939, cuatro días antes del final de la Guerra Civil Española. Horas más tarde de que lo hiciera el Stanbrook zarpó el Marítima, un buque el triple de grande, pero sin que se sepa por qué sólo llevó a bordo a treinta personas, líderes socialistas y sus familias, lo que suscitó una gran polémica en la Federación Socialista de Orán, el destino de los dos barcos. En Alicante quedaron más de 15.000 refugiados atrapados en el puerto. Fueron conducidos por los soldados de la División Littorio, una unidad militar italiana que reforzaba a las tropas franquistas, al campo de concentración de Los Almendros, y más tarde al campo de concentración de Albatera.


Historia

Con el número 124.287 fue construido en 1909 por la Tyne Iron Shipbuilding Co Ltd, en los astilleros de Willington, para la compañía Fisher Renwick Manchester-London Stamers, que lo denonimó Lancer. En 1937 fue comprado por la Stanhope Steamship Co, y renombrado como Stanbrook. Ese mismo año se llevó a cabo otra operación comercial, donde acabó en manos de la naviera griega G.M. Mavroleon, que lo cambió el nombre por el de Polyfloisvios, aunque finalmente regresó a sus anteriores dueños, que le devolvieron el de Stanbrook. Quedó bajo el mando del capitán Archibald Dickson.

El Stanbrook tuvo un final trágico sólo seis meses después de haber llevado a los refugiados republicanos a Orán, al ser hundido en el mar del Norte, por el torpedo de un submarino alemán -capitaneado por Claus Korth, que ya había mandado otros submarinos que habían hundido barcos republicanos-. El capitán Dickson murió en el hundimiento. En los campos de concentración de Argelia, a donde habían sido conducidos la mayor parte de los refugiados del Stanbrook, se guardó un minuto de silencio en su memoria.


Participación en la Guerra Civil Española

En marzo de 1939 el puerto de Alicante se encontraba bloqueado por la armada del general Franco y aviones de la Alemania nazi, lo que convirtió en tarea casi imposible la llegada de los barcos contratados por el gobierno de la Segunda República para evacuar a los miles de refugiados hacinados en el puerto. La amenaza de hundimiento provocó que la gran mayoría de navieras incumpliera sus acuerdos, ya pagados, y desistiese de acercarse a aguas españolas.

El 28 de marzo de 1939 el Stanbrook se hallaba fondeado en el puerto de Alicante esperando cargar naranjas y azafrán. El capitán del barco, el galés Archibald Dickson al ver a los miles de refugiados que había en el puerto, desafió la orden que había recibido del propietario del carguero Jack Billmeir de no evacuar civiles y acogió a todos los que cupieran a bordo. Uno de los pasajeros, Antonio Vilanova, funcionario de aduanas que más tarde escribiría en México Los olvidados, una obra sobre los refugiados republicanos, relató en una carta a un amigo cómo se produjo el embarque:

En la mente de todos había sensación de fuga, derrota, hundimiento moral. Cuando llegamos al barco, éramos recibidos entre las protestas de los pasajeros que ya estaban allí. Conforme subíamos, unos se acomodaban en la cubierta, otros en la bodega o en las sentinas. Faltaba sitio, pero seguía entrando gente.

Helia González, entonces una niña de cuatro años cuya familia republicana había ido a Alicante desde Elche, cuenta su experiencia:

Llegamos al puerto en tren desde Elche; una vez allí, una cola larguísima nos separaba de un barco que me pareció enorme con un nombre extraño y mucha gente. Nosotros, como todos los demás, temíamos no poder alcanzar la pasarela que nos permitía llegar a él.
Al fin llegamos al barco. Unos brazos vigorosos me levantaron. Vi una cara sonriente, una gorra de marino y me dio un beso en la mejilla. No dijo una sola palabra, pero ese abrazo, esa mirada, prometían algo bueno... era él, Dickson y ya no había peligro.

El capitán Dickson contó en una carta al Sunday Dispatch publicada el 4 de abril las razones por las que había tomado la decisión de socorrer a los refugiados y a continuación describió lo que vio allí:

Entre los refugiados había todo tipo de clases de gente, algunos aparentaban ser extremadamente pobres y parecían consumidos por el hambre y mal vestidos, con una variedad de atuendos que iban desde monos hasta viejas y desgastadas piezas de uniformes e incluso mantas y otros peculiares trozos de tela. Había también algunas personas, mujeres y hombres, con una buena apariencia y que asumí eran mujeres y parientes de funcionarios. Algunos de los refugiados parecían llevar consigo todas sus posesiones terrenales cargadas en maletas; bolsas de todas las descripciones, algunas atadas en grandes pañuelos y unos pocos con maletas.

El Stanbrook zarpó al atardecer del 28 de marzo con 2.638 personas a bordo y sorteando los proyectiles lanzados por el crucero franquista Canarias que bloqueaba el puerto de Alicante. Para eludirlo el capitán Dickson puso rumbo a Orán, en la costa de Argelia. Como el número de pasajeros que llevaba excedía con creces su capacidad navegó escorado, por debajo de la línea de flotación.

Helia González recuerda el viaje:

Recuerdo una cubierta abarrotada, con el cielo oscuro sobre nuestras cabezas. Llovió esa noche, no demasiado, pero hacía frío. Papá me dijo que cuidara de mi hermanita. Mamá compartió con una familia malagueña, un matrimonio y un niño de mi edad una tortilla de un huevo y dos patatas con un poco de grasa

Después de 22 horas de travesía –durante la cual el capitán Dickson, según contó él mismo, suministró «a los refugiados más débiles un poco de café y un poco de comida»– el Stanbrook llegó al puerto de Mazalquivir cerca de Orán. Cuando supieron de la llegada del barco, residentes españoles en Orán les llevaron en barcas alimentos y medicinas. Dos días después –gracias a las gestiones del capitán Dickson– las autoridades coloniales francesas dejaron desembarcar a las mujeres y a los niños, siendo acogidos en la antigua prisión del Cardenal Cisneros –«nos trasladaron a un lugar para ducharnos y desinfectarnos; no fue un buen recuerdo, era un lugar oscuro, húmedo y frío, y unos hombres nos vigilaban incluso a las mujeres desnudas», recuerda Helia González–. Los hombres –unos 1500– tardaron un mes en hacerlo por decisión de la administración francesa, desconociéndose la razón de la cuarentena.

Antonio Vilanova recuerda: «salimos llenos de miseria. Allí conocí por primera vez los trimotores, piojos de un tamaño monstruoso». Fueron conducidos a un centro de alojamiento donde los ducharon, los vacunaron y les dieron alimentos. Conforme iban bajando del barco fueron registrados por miedo a que llevasen encima armas de fuego.

La mayor parte de los refugiados del Stanbrook fueron conducidos al campo de concentración de Boghari en el interior del Sáhara, bajo la custodia de fusileros senegaleses. Allí no fueron muy bien tratados.

Uno de los refugiados, que logró huir a Francia con su hermano y luego a México, escribió en su diario: «Un español que está en la letrina es maltratado por un guardia que sin motivo le golpea con el fusil. Otros acuden y le patean. El pobre pide auxilio. Acuden varios españoles recibidos con bayonetas y obligados a huir. Allí se quedó». Uno de los castigos a los que les sometían los guardias era el tombeau: el recluido cavaba su propia tumba y se recostaba en ella; sólo podía salir dos veces al día para hacer sus necesidades. «¡Fusiláis poco, pero matáis lentamente», escribió otro refugiado, piloto de caza republicano.

Según recuerda la entonces una niña Helia González, «los españoles no fueron liberados de los campos de trabajo, donde eran tratados como mano de obra gratuita para construir el Transahariano hasta casi al final de la contienda; a nadie le interesaba, ni a los franceses ni a los aliados, dejar libres a aquellos indeseables españoles».

La gesta heroica del Stanbrook ha quedado perpetuada en Alicante con la rotulación de una calle dedicada al buque inglés.