martes, 22 de diciembre de 2020

Quién fue ANTONIO GUARDIOLA


En 1935, Nieves Cuesta, huérfana de padre y con cinco hermanos más, fué acogida por una familia alicantina: Antonio Guardiola y Estefanía Requena.

Esta es la foto mas antigua que disponemos de Antonio Guardiola, trabajando en su despacho de la Federación Campesina.

Nieves recuerda visitas al trabajo de su padrastro y de hacer "pinitos" en una máquina de escribir, muy probablemente la que sale en la foto.

 


 

 

 

 
Guardiola López, Antonio
Afiliado Agrupación Socialista de Jumilla (Murcia) Panadero. Miembro de la UGT y afiliado a la AS de Jumilla (Murcia) desde 1918. Después de la escisión de 1921 se incorporó al Partido Comunista de España. 

En 1923 estuvo detenido durante once meses y en 1931 y en 1932 fue procesado. Miembro del Comité Provincial del PCE en el Consejo Municipal de Alicante y candidato por dicha circunscripción en las elecciones generales de 1933. Desde septiembre de 1936 representó al PCE en el Consejo Municipal de Alicante y al finalizar la guerra civil era secretario general del PCE en dicha provincia. Fue presidente de la Federación Alicantina de la UGT, secretario de la Unión Provincial de Cooperativas Agrícolas, responsable político de Nuestra Bandera e impulsor de la Federación Provincial Campesina.
Finalizada la guerra salió desde Alicante en el Stanbrook rumbo a Orán (Argelia).
Posteriormente se exilió en Uruguay regresando a España tras la muerte de Franco. En 1976 era miembro del Comité Central del PCE.

Fuentes:
Diccionario biográfico de políticos valencianos… p. 271
URL: https://fpabloiglesias.es/entrada-db/19761_guardiola-lopez-antonio/

 


 Nieves, en su libro autobiográfico: "Simplemente mi vida", describe en su capítulo segundo el comienzo de una nueva etapa de su vida, en Alicante, donde recaló junto con cuatro de sus cinco hermanos en sendas familias de acogida, que al menos con carácter temporal, esperaban ayudar a hijos huérfanos de mineros asturianos. A ella la acogió una familia Antonio y Estefanía, matrimonio sin hijos, ambos murcianos de origen.

No incide demasiado la escritora en la descripción de las actividades y responsabilidades politico-sindicales de su padrastro, sin embargo las tuvo, y de nivel.

En este mismo blog, con fecha de setiembre de 2005, están recogidos todos los capítulos del libro de Nieves y, seguidamente, hemos copiado los primeros párrafos del segundo.


Simplemente mi vida: "CAP. II. ALICANTE"


1935 – 1939

 

 ¡ALICANTE! Ese nombre se grabó en mi corazón, se imprimió en mi alma aquella noche que llegó el tren de niños a la estación. Nos apeamos, cogiditos de la mano para no perdernos, Pepín, Tina, Tino y yo; menos mal que no llevábamos equipaje, pues nos hubieran faltado manos, porque no nos soltábamos. Seríamos, creo yo, unos ciento y algo..., nos dejaron a todos de pie en medio de un gran salón lleno de gente, que nos observaba con ojos lastimosos e impacientes. Un murmullo incesante impregnaba el ambiente de tal forma, que no nos dejaba oír lo que una señora, subida en una tarima, con unos papeles en la mano, intentaba comunicarnos. No se oía, pero.... sí que oí... oí nombres, varios nombres... y, de repente, llamaron a mi hermano; se lo llevan... ¡se lo llevan!, y al otro hermano... y a mi hermana... ¡se los llevan!

¡NO! ¡Que no!, ¡que mi madre me ha dicho que no me separe de ellos! ... ¡que no quiero! ¿Dónde están mis hermanos?..., mis hermanos... De repente, un señor y una señora se acercaron, me acariciaron, me consolaron... me dijeron que me fuera con ellos, que me ayudarían a encontrar a mis hermanos, -“pero mañana, porque ahora es de noche”-. Dormiría en su casa y al día siguiente los buscaríamos...Tuve que conformarme porque en la estación ya no quedaba casi nadie.
Aquellas personas eran buenas, me llevaron a una casa que me parecía muy grande y muy rara; pero allí había una habitación muy bonita con una cama preparada, exclusivamente, para mí. Dormí como muerta por el cansancio del viaje y las emociones de la llegada. Por la mañana fueron las presentaciones; a Estefanía y Antonio, si quería, podía llamarlos “mamá” y “papá”; a José, “tío”, porque era hermano del anterior. Lo de “papá” y “mamá” me sonaba muy bien y muy fino, pues en Asturias decíamos “pa” y “ma”; pero aquí, se ve, eran muy señoritos, me tendría que acostumbrar, pero me gustaba.

 Y sigue el capítulo segundo y siguientes ,,,

 

Después de una azarosa vida trabajando para el partido, con base en Uruguay, Guardiola sufrió como Santiago Carrillo los desencuentros con Dolores Ibárruri, y junto a éste, junto al líder comunista italiano Enrico Berlinguer, y junto al francés Georges Marchais, apostó por la línea independiente con respecto a Moscú conocida como eurocomunismo. 

Se casó por segunda vez con una uruguaya, Milka, con quien tuvo dos hijas: la mayor casada con un arquitecto (Alberto) y la pequeña, Elita Dolores Guardiola Formento, licenciada en Ciencias Qúímicas, acabó trabajando de catedrática en la Universidad Autónoma de Madrid. 

 

Guardiola y Milka

 Antonio Guardiola estuvo en Moscú un par de veces, quizás coincidiendo con el V Congreso del PCE en el 54 en Checoslovaquia, y en el XX Congreso del PCUS en febrero del 56. Recuerdo que mi padre Angel Lago lo acompañaba al Kremlin en cada visita.

En el año 1975 viajó a España de incógnito, y al año siguiente se instaló aquí definitivamente con su mujer Milka y su hija menor Elita, en Alicante primero y en Madrid después.

Cada verano pasábamos juntos algunos días.

 

 

Verano del 76 en Covadonga

 Fallecida Milka de alzheimer y encontrándose Guardiola con necesidad de cuidados por padecer una enfermedad degenerativa, acabó sus días en Avilés en casa de Nieves.

Está enterrado en el cementerio de La Carriona (Avilés) (Columbario fila 4 nº 131)

 

 

 


 

Una bandera roja con la hoz y el martillo cubrían su féretro

Fernández Inguanzo "El Paisanu", uno se sus amigos que lo visitó en Avilés en alguna ocasión, le dedicó unas emocionadas palabras.

 

 Y con Gerardo Iglesias, presidiendo como Secretario General, se cantó la Internacional en su honor.

 

 


Aunque en este momento sus restos se encuentran en un columbario, en aquel momento ésta fue su sepultura. De pie Elita, Nieves y Avelino Lago.

 

Como Estefanía Requena no tenía noticias de su marido, acabó casándose con Cerezo, un maestro español de los niños. De pié Cerezo y Angel Lago, maridos respectivos de Estefanía y Nieves Cuesta, sentadas. (1947)

 

Lamentamos a estas alturas no haber prestado atención en su momento, o en su caso haber recabado información a Nieves, sobre la familia de Jumilla.

Aquí van dos fotos sin identificar.




 

viernes, 4 de diciembre de 2020

PABLO MIAJA

Un buen amigo de Madrid: Pablo Fdez-Miranda, abogado y escritor, hijo a la sazón de un "niño de la guerra", y experto en ese capítulo de la historia de los exiliados y deportados de la guerra civil, ha escrito, entre otros muchos, un artículo que me ha llamado especialmente la atención.

Se ha escrito mucho sobre la figura de Pablo Miaja, principal colaborador en la organización de la emigracion de los niños vascos y asturianos a la URSS. Incluso algún extenos añálisis sobre su biografía.  Pero este corto relato con tintes poéticos me ha conmovido.



Pablo Miaja, maestro de maestros

Alegoría en homenaje a los enseñantes del exilio

de Pablo Fernández-Miranda

Con pasos cansinos, mensajeros de su edad, el anciano se dirigió hacía la verja de hierro en la que posó sus nervudas manos. Las cristaleras del ventanal le proyectaban su propio reflejo.

Que mayor se sentía. No tanto por sus arrugas ni por su blanca barba; hacía muchos años que convivía con ella y ya era entrecana cuando aun dirigía la Colonia Escolar de Salinas en los edificios cuyos vidrios, ahora, le devolvían su imagen. Miraba con nostalgia los pabellones a los que no podía entrar. Ni a esos ni a ningún otro centro de enseñanza. Su licencia de maestro se la habían retirado en 1941 ¡A él!, a quien llamaban “maestro de maestros”.

Pablo Miaja, sin el “don” con el que luego todo el mundo le distinguiría precediendo su nombre, nació en Oviedo −casi a la vez que el que Graham Bell patentaba el primer teléfono−, el 4 de marzo de 1876. Tres meses después de cumplir los dieciocho años ya era maestro nacional.

 

 

Trubia, de donde era originario su padre, fue precisamente su primer destino. Desde el principio su compromiso con la enseñanza estuvo vinculado a la corriente de lo que sería la Institución Libre de Enseñanza, que daba una gran importancia a aprender combinando juego y esfuerzo, a estudiar la naturaleza en excursiones con sus alumnos, al laicismo.

Al poco fue destinado a Vegadeo y fundó la Asociación de Maestros de Castropol, reproduciendo una figura que se estaba extendiendo por los concejos asturianos rápidamente y que estaba a mitad de camino entre sindicato y entidad corporativa. Posteriormente se hizo cargo de las nuevas Escuelas del  Distrito cuarto de Oviedo. Ya para entonces un afamado pedagogo. Los enseñantes progresistas asturianos le reconocían como referencia. Son numerosos sus artículos en la prensa regional como el diario El Carbayón y en la Revista de Pedagogía de la Escuela Moderna.

La esencia de la corriente de enseñanza que practicaba era: “la Escuela a la Calle”, a fin de llegar a cuantos niños sin escolarizar se pudiera. Hay que tener en cuenta que, en aquel periodo anterior a la República, la mitad de los niños no lo estaban y el analfabetismo era de casi dos de tres en amplias zonas.

Formó parte del primer viaje de enseñantes a Europa en 1924 para conocer las escuelas pedagógicas de Francia, Bélgica y Suiza, de la que dejó constancia en la “Revista de Pedagogía”: “Una visita a les maisons des petits

Otro de los ejes a transmitir era la solidaridad. Entre sus alumnos y los padres de estos se fomenta la creación de cajas de apoyo para los necesitados. Esas ayudas llegan incluso lejos de las fronteras españolas. En 1932 una gran hambruna asoló Ucrania; Miaja impulsó una campaña que posibilitó el envío de una importante cantidad de dinero a aquella zona. Paradójicamente, catorce años después, los que en el treinta y dos eran niños ucranianos, contribuyeron a ayudar a los niños españoles evacuados a la URSS a cuyo cargo iba precisamente Pablo Miaja.

En 1924 fue Concejal Corporativo del Ayuntamiento de Oviedo en representación del magisterio, aunque unos meses después presentó su dimisión puesto que no se aceptaban sus propuestas y se negó a hacer el paripé cobrando la “sopa boba”.

Ya en 1927 la Junta de Colonias Escolares de la Universidad de Oviedo le nombra director de la de Salinas. Desde ese mismo año, hasta 1936, tras cada curso se organizaban cuatro turnos estivales, dos de niños y dos de niñas provenientes tanto de Oviedo, como de la cuenca minera de Asturias y de León. Al frente de ellos siempre estaban don Pablo y doña Enriqueta, su mujer, pieza clave en el desarrollo de la vida en la Colonia, especialmente en los turnos de las niñas como figura femenina de referencia, desempeñando una combinación del papel de empatía y autoridad que las niñas recordarían con cariño.

Precisamente durante uno de esos turnos, iniciado el 16 de julio de 1936, se produce la sublevación franquista que triunfa en Oviedo. El resto de Asturias sigue siendo fiel a la República. Lo que iba a ser para los colonos una quincena, se prorroga durante catorce meses. A muchos de los niños los van recogiendo sus familias; pero los que no tenían parientes fuera del cerco de Oviedo siguieron en la Colonia. Los que fueron saliendo iban siendo sustituidos por niños huérfanos de milicianos hasta el punto que pasó a formar parte de los orfanatos mineros.

Durante ese periodo él y su mujer, doña Enriqueta, así como toda la plantilla de maestros y cuidadores, desempeñan un papel trascendente protegiendo a los niños y gestionando lo necesario para su manutención en un momento tan complicado para la simple supervivencia.

Finalmente, en la madrugada del 22 al 23 de septiembre, tras ser trasladados a Gijón, salen desde el puerto del Musel con destino a Leningrado junto con otros grupos de orfanatos mineros y milicianos. En total son unos 1.100 niños. Al frente de toda la expedición va don Pablo que asume esa responsabilidad ante la Junta de Defensa de Asturias y León ayudado por más de dos centenares  de enseñantes y cuidadores. La mayor parte de estos se quedaron junto a los niños y tuvieron un papel determinante tanto en su educación y cultura españolas, como en que conservaran el castellano como lengua principal entre ellos.

El viaje fue enormemente complejo. Estuvieron a punto de ser cañoneados por el crucero del la armada franquista “Almirante Cervera”. Tuvieron que hacer varias singladuras haciendo escala en Saint Nazaire, luego en Londres. La responsabilidad  para acometer esa humanitaria labor por parte de todo el equipo y la capacidad organizativa del director hizo posible llevarlos a buen puerto.

Al llegar a Leningrado la acogida fue impresionante. Los niños, incluyendo a los de otras expediciones, sobre todo del País Vasco, llegaron a ser cerca de tres mil y fueron destinados a catorce casas de varias repúblicas –hubo más, pero posteriormente−. La mayoría estaban ubicadas en Rusia y Ucrania. Para los críos, más que internados fueron auténticos hogares a los que siempre se refirieron como sus “Casas” –Dietsky Dom: Casas de Niños− y los enseñantes pasaron a ser, además, sus familias, supliendo hasta donde era posible, a los padres y madres ausentes. Miaja fue destinado a la Casa de Pravda, no ya como director, puesto que para los cargos de directores el Narkomprós (ministerio de educación), designaba a soviéticos.

En parte por las escasas atribuciones profesionales, tras tantos años siendo considerado “maestro de maestros”, en parte porque su formación humanística no encajaba en ese sistema educativo, no debió sentirse cómodo y comenzó a mover hilos para salir de Rusia. Aunque no era sencillo conseguir permiso para salir de la URSS, la ascendencia de Miaja y la ayuda de su pariente, el general José Miaja uno de los baluartes del Ejército Republicano en España, de quien era primo hermano, le posibilitó salir a finales de 1938 con destino a Argentina, donde residieron en la ciudad de San Juan en la que vivía un hijo de doña Enriqueta.

A la Argentina llegó cumplidos 62 años de edad. Aunque contaron con la ayuda del hijo de doña Enriqueta, no se acomodaba a no tener trabajo. Ya acabada la guerra, escribe a su primo, el general Miaja, exiliado en Méjico, una carta que rezuma pesadumbre, “Aquí estamos, aguardando no sé que, una amnistía o lo que sea. Si hubiera encontrado a donde colocarme en mi profesión de buena gana renunciaría a volver a ese avispero. Pero sin ocupación y siempre pensando sobre los demás, no es perspectiva que halague”

Entre esa aflicción y el gran terremoto que sufrió la ciudad de San Juan aguanta solo un par de años más antes de decidirse a retornar a España. Desembarcó por el puerto de Bilbao el 15 de enero de 1947. Al llegar, solicitó la  jubilación intentando vivir su vejez con tranquilidad en su Oviedo natal.

Sin embargo la Comisión Depuradora de Responsabilidades Políticas le haría la vida imposible en todo lo que pudieron. A él, cuya única responsabilidad fue educar y cuidar de los niños. La Comisión Central escribe a la de Asturias, solicitando su expediente y esta, mezquina y vengativa, contesta que fue expedientado en 1941 y dictaminan en el expediente: “Afiliado al marxismo. Director de un grupo escolar, se fue a Rusia con los niños de las colonias escolares. Bienes gananciales valorados en 20.079 pesetas. Declarado insolvente, sancionado con 10.000 pesetas de multa por Responsabilidades Políticas.

Sin embargo sus antiguos alumnos no le olvidan. Continuamente recibe visitas de personas de distintas tendencias, el poeta Ángel González, Manolo Avello, Alfonso Iglesias, dibujante y creador de los personajes de las viñetas más conocidas y perdurables de la prensa Asturiana: “Pinón y Telva”. Esas muestras de cariño junto con doña Enriqueta, es que le mantenía vivo.

Todo esos retazos de su vida rememoraba, en escasos minutos, don Pablo, apoyado en las rejas perimetrales de la finca de la Colonia de Salinas. Sentía que le iban quedando pocas fuerzas y quiso hacer una última escapada a  aquel sitio donde veranearon disfrutando del mar y, jugando y aprendiendo tantas niñas y niños de las diez campañas que dirigió y que sobre todo cambio para siempre su vida y la de los grupos de aquella “quincena” de 1936 que acabó durando largos años.

Una última mirada a través de las cristaleras. Le parecía ver sentados en los pupitres a sus niños. Se giró lentamente con la sonrisa del deber cumplido de una vida plena dedicada a lo que él quiso: la infancia.

Pocas semanas después, el 14 de febrero de 1957 falleció en Oviedo.

Sus antiguos alumnos no lo olvidaron y, muchas décadas después, tras años de reivindicación, ya en 2009, la memoria histórica de los ciudadanos ovetenses logró que al colegio fundado por él en 1934 le pusieron su nombre y así se denomina ahora: Pablo Miaja.

Hoy, sus doscientos y pico alumnos son originarios, en generación materna-paterna, de veintidós naciones…. También los hay de Rusia y Ucrania. Don Pablo estaría feliz si levantara la cabeza.

En la actualidad hay un proyecto en marcha –de la Universidad de Oviedo, de la que depende− para levantar un nuevo edificio en la Colonia de Salinas. El deseo de muchos de nosotros es que sirva de recuerdo del maestro de maestros.

 Pablo Fernández-Miranda

jueves, 19 de noviembre de 2020

Corto sobre el Stambrook

Ha llegaado a mis manos un artículo desde Memoria Histórica sobre un corto, que no tiene desperdicio y que, citando su fuente y autora, Marta Moreira, me atrevo a reproducir. Y aquí está.

 

memoria histórica

El Stanbrook, un material inagotable para la ficción

Marta Moreira

El último cortometraje de Óscar Bernàcer, premiado recientemente en la Seminci de Valladolid, se centra en la agónica maniobra de evacuación de exiliados republicanos en el puerto de Alicante que tuvo lugar durante los últimos compases de la guerra civil. El dibujante Paco Roca y los escritores Rafael Torres y Gregorio León también se han asomado por anterioridad a este episodio histórico

 


 19/11/2020 - 

VALÈNCIA. Quedan pocos documentos gráficos de la caótica y trágica huida de republicanos a bordo del navío británico Stanbrook. Una maniobra de rescate heroica que ayudó a salir de España a 2.638 personas, dejando a cerca de 12.000 -familias enteras, soldados, alcaldes, maestros, periodistas, obreros, diputados- varadas en el puerto de Alicante aquel 28 de marzo de 1939. No cabía un alma más en aquel viejo y herrumbroso carbonero inglés capitaneado por el ya mítico Archibald Dickson. La salida del Stanbrook rumbo a la ciudad argelina de Orán, que tuvo lugar a las once de la noche y con las luces apagadas (para sortear mejor los proyectiles lanzados por el crucero franquista Canarias), marca de forma simbólica el fin de la guerra civil española.

La evacuación humanitaria del Stanbrook, así como las consecuencias que se derivaron de ella, tanto para aquellos que se quedaron en tierra, como para los que llegaron al norte de África, desafían cualquier relato de ficción bélica. Las represalias para aquellos que se quedaron; la compleja relación de convivencia que se estableció entre la población civil y los fascistas italianos que permanecieron un tiempo en Alicante; el decepcionante trato que recibieron los españoles exiliados en los campos de internamiento franceses; el hundimiento del Stanbrook a manos de un torpedo unos meses después; el alistamiento de republicanos españoles en la División Leclerc durante la Segunda Guerra Mundial. La lista de ganchos literarios y cinematográficos es abrumadora. ¿Dónde poner el foco?

El guionista y director Óscar Bernàcer, que acaba de recibir el Premio al Mejor Corto Español en la última edición de la Seminci de Valladolid por Stanbrook, concentró su atención en el capitán Dickson, que decidió embarcar a cuantos refugiados pudo, en lugar de la carga de naranjas, azafrán y otros productos que se supone que había ido a recoger al puerto de Alicante para transportarlos a otras partes de Europa. Las embarcaciones de rescate por las que había pagado el gobierno de la República no consiguieron esquivar el bloqueo marítimo franquista, dejando a una multitud de personas sumidas en una creciente desesperación, conforme llegaban noticias de la caída de los últimos bastiones republicanos en la península. La ofensiva sobre Alicante era cuestión de horas. En el cortometraje, Bernàcer comparte con nosotros cómo imagina él aquella triste estampa. Desde aquel navío, el capitán galés y su tripulación verían una cenefa horizontal de seres agolpados en el muelle. Podemos intuir cómo flaquearon los ánimos; cómo se espigaron los nervios, arañando las paredes del estómago. Podemos imaginar un silencio tenso y frágil, desplegándose como una sombra de mal agüero. Se sabe que algunos claudicaron allí mismo y se quitaron la vida en el mismo puerto.

 


 “Quería mostrar las dos caras de aquel momento -nos explica Bernàcer-. Por una parte, la crudeza y la desesperanza de los refugiados, que se concreta en la figura de un padre y una hija, y en el de una maestra que viaja con su madre anciana. Todos ellos son un compendio de personas reales. Incluso hay detalles en los personajes secundarios que están extraídos de testimonios que he leído. Por otra parte, el cortometraje se centra en la tensión que vivió el capitán Dickson y la tripulación al verse metidos en una situación como aquella. Quise imaginar cómo fue el momento en el que tomaron la decisión de recoger a toda aquella gente agolpada En realidad, hay varias lecturas sobre este hecho a nivel histórico. Unos dicen que el capitán tomó una decisión heroica por razones puramente humanitarias. Otros, los menos, dicen que fue un negocio y se cobró el pasaje a quienes tenían dinero. Yo me quedé con la primera versión, que creo que es la que todos queremos pensar, aunque supongo que hay muchos matices. Me interesaba recrear esa acumulación de angustia y tensión que observa el capitán desde su buque, y que le lleva a tomar una decisión sin punto de retorno. No nos olvidemos de que asumió un enorme riesgo para él mismo y su tripulación, y que él debía de responder de lo que ocurriera a partir de entonces”.

No es difícil vincular la maniobra del Stanbrook con las acciones humanitarias del Open Arms en el mar Egeo, por poner solo un ejemplo. “Tuve muy en cuenta estos paralelismos a la hora de escribir el guion -señala Bernàcer-. Está pensado para que pudiese funcionar igualmente si hubiese puesto actores africanos senegaleses o refugiados que huyen de la guerra de Siria. Este ha sido uno de los retos que más me motivaba de este proyecto. La historia de la humanidad es muy cíclica. Y ahora los refugiados han cambiado el sentido de los botes; los exiliados republicanos huyeron al norte de África, y ahora ellos vienen aquí. Y, si lo piensas bien, ¿acaso la cuarentena que tuvieron que aguantar los españoles retenidos a bordo del Stanbrook a su llegada a Orán no se parece mucho a un CIE de hoy en día?”.

Rodada en blanco y negro, con cámara al hombro en algunas escenas, y una estética fotográfica que nos sitúa en un lugar impreciso entre la ficción y el documental, Stanbrook recrea con mucha efectividad el desbordamiento emocional de una masa de gente que espera horas, incluso días, en el puerto. E imagina situaciones límite en las que saltan por el aire las convenciones sociales y se hace hueco el “sálvese quien pueda”; también otras en las que aflora la dignidad y la solidaridad con desconocidos, repentinos compañeros de infortunio. “El clímax de la tensión dramática la sitúo en una escena en la pasarela del barco que probablemente debió suceder de forma distinta. Es ese momento en el que impera la supervivencia y se rompen muchos principios. Son momentos en los que ya nada tiene valor. Ni las clases sociales, ni la cortesía”.

 


Cada uno de los personajes representa una parte de esa España que se estaba rompiendo. Hay una madre ausente, que simboliza el papel activo de la mujer republicana durante la guerra (¿quizás no está porque murió en el frente o fue encarcelada por sus ideas?). Hay una maestra autónoma y con voz propia, una hija del sufragismo que “representa los avances femeninos en la época de la República”. También hay una mujer anciana, muy presente, pero que no tiene ni una línea de diálogo. “Ella es la sensación de fracaso de la generación anterior a la de los combatientes. Una generación que se ha quedado sin palabras ante la incapacidad de los que son más jóvenes para ponerse de acuerdo”.

El rodaje de exteriores no se desarrolló en Alicante, sino en los viejos astilleros del puerto de València donde se construirá la nueva estación de pasajeros. Poco antes había estado rodando allí Rodrigo Sorogoyen algunas escenas de la serie Antidisturbios. “Las escenas del barco las rodamos en un decorado. Me hubiera gustado rodar de forma mas abierta con la cámara moviéndose entre historias de tierra y barco, pero eso necesita muchos medios y no fue posible. Este corto ha llevado un trabajo enorme de posproducción de seis meses, pero el resultado creo que es muy bueno”.

Stanbrook es la antesala de un largometraje, ambientado en el mismo periodo histórico, que le ronda la cabeza a Bernàcer hace años. Le tentaba la idea de llevar a la gran pantalla la fabulosa novela gráfica de Paco Roca Los surcos del azar, pero el realizador Daniel Monzón (Celda 211, La Caja Kovak) se adelantó al adquirir los derechos de la historia. En cualquier caso, Bernàcer (nominado a los premios Goya 2021 por el cortometraje El Deseado) sigue adelante con la idea de exprimir el potencial cinematográfico del final de la guerra civil. Un episodio histórico que tiene todavía muchos enfoques por explorar.

“Descubrí la historia del Stanbrook hace años por pura carambola. Me enviaron un día unos textos que hablaban de un aeropuerto que utilizó la aviación fascista italiana durante la guerra civil cerca del pueblo mallorquín de la madre de un amigo de mis padres. Al parecer, esta mujer tenía una perrita, y uno de los aviadores se llevó la perra a un vuelo como cosa graciosa, y ya no volvió. Los italianos proporcionaban militares y armamento al bando franquista. Salían de Mallorca con sus barcos y bombardeaban desde Cataluña hasta el Sur de Alicante. Quise saber más, y empecé a leer y a ver documentales sobre el tema. Y así es como llegué al bombardeo del mercado de Alicante, de ahí al Stanbrook. En el proceso encontré la novela de Paco Roca sobre La Nueve, que es un historión”, apunta el realizador mallorquín y cofundador de la productora Nakamura Films.

 


La vinculación con La Nueve

La novela gráfica de Paco Roca sobre la historia de la formación de La Nueve -es decir, la de los republicanos exiliados españoles que se sumaron a la Resistencia Francesa junto a la División Lecrerc y fueron los primeros en liberar París de los nazis en 1944- está considerada como una obra maestra en su género. El dibujante valenciano decidió ilustrar esta aventura a través de personajes y anécdotas verídicos, pero dejando un margen amplio a la imaginación a la hora de tejer el relato a través de la figura de Miguel Campos. La biografía de este anarquista canario era hasta hace poco un gran enigma, lo que lo convertía en el candidato perfecto para que Roca lo moldeara en su libro. “Es en sí mismo un personaje muy novelesco, porque los testimonios que nos han llegado, entre ellos del famoso capitán Dronne, lo describen como un gran combatiente. Un tipo muy valiente, especializado en operaciones de sabotaje muy peligrosas en las líneas enemigas. Pero desapareció de repente, y nadie, ni su familia, saben qué pasó con él. Nunca se encontró su cuerpo. También se especuló mucho con la idea de que había desertado. Y yo justamente necesitaba un personaje que me diese juego para especular, porque la biografía de los otros miembros de La Nueve, como Amado Granell -del que sí sabemos que llegó a los campos de trabajo de Argelia tras desembarcar del Stanbrook- o Federico Moreno sí pueden rastrearse de principio a fin”.

En Los surcos del azar, Roca fabula con la idea de que Miguel Campos partió del puerto de Alicante en aquella complicada travesía hacia Orán, y que una vez allí permaneció en cuarentena antes de ser trasladado a un campo de internamiento y después a la construcción de la vía ferroviaria Transahariana. Allí fueron humillados y tratados como esclavos por las autoridades francesas, sobre todo tras la firma del armisticio de la Francia de Vichy con la Alemania nazi, que afectó a parte del territorio francés y a la totalidad de sus colonias. Es también la historia de cómo escaparon para unirse a la Resistencia Francesa encabezada por el general De Gaulle, integrándose en la 9ª Compañía de la División Leclerc.

Sin dejar de ser una obra de ficción, Los surcos del azar ilustra maravillosamente y con mucha rigurosidad multitud de capítulos fundamentales de ese pedazo de nuestra historia reciente. Ello requirió una ardua tarea de investigación de varios años, y continuas correcciones. Destaca sobre todo la ayuda del historiador Robert Coale; también documentales como La Nueve, los olvidados de la victoria, de Alberto Marquardt; libros como El hombre que liberó París, de Rafael Torres (autor, a su vez, de la novela Los Naúfragos del Stanbrook), así como artículos de hemeroteca del Diario Información de Alicante o los testimonios escritos de Max Aub en los que hablaba de su paso por los campos de trabajo argelinos. Aun así, el cómic se toma algunas licencias artísticas, como cuando Roca dibuja al Stanbrook entrando en el puerto. Tal y como explica el propio autor en la edición ampliada de Los Surcos del Azar, en realidad el buque inglés llevaba más de una semana en Alicante cuando los refugiados comenzaron a subir a bordo.

“Algunos pasajes del libro fueron complicados porque casi no hay fotografías. Hay una del puerto de Alicante unas horas después de que todo terminase y el ejército italiano llegase allí. También alguna de la llegada a Orán, que me daba más o menos una idea de cómo era el puerto y el barco. La carencia de material gráfico es un problema, pero también te da un margen de libertad muy interesante para especular”, apunta Roca.

La princesa de Macao

El periodista y escritor Gregorio León (Pilar de la Horadada, 1971) también quiso asomarse con la imaginación a aquella noche del 28 de marzo de 1939. La princesa de Macao (Algaida, 2018) es un “thriller sentimental” que arranca con la salida del exilio en el Stanbrook y termina durante la Segunda Guerra Mundial en la antigua colonia portuguesa de Macao, donde sobrevivían espías, traficantes, piratas o estrellas del cine en un ambiente asfixiante. Ese es el trayecto que realiza su protagonista, Diana, en busca de Ramiro, el hombre del que se enamoró durante bombardeos como el del Mercado Central de Alicante -que el 25 de mayo de 1938 mató a más de 300 personas-. La llegada de las tropas italianas que controlaron la ciudad y se relacionaban con la población civil propició que surgieran historias de amor entre militares y jóvenes alicantinas. El hijo de uno de esos italianos proporcionó al autor varias cartas de amor en las que también se inspira esta novela. El personaje de Ramiro está de hecho basado en la figura de Cayetano Zaplana, uno de los republicanos que pudo escapar del asedio de las tropas franquistas y terminó en el desierto del Sahara construyendo el Transahariano (igual que Miguel Campos en el cómic de Paco Roca).

“El instinto periodístico me llevó a buscar algún superviviente del Stanbrook. Y para mí sorpresa, lo encontré en El Pilar de la Horadada, muy cerca de donde yo nací. No fue fácil acceder a Cayetano Zaplana. No se sentía héroe de nada, ni quería darse importancia. Pero al final logré entrevistarlo. Me habló de los escorpiones, de las moscas, de la sed y el hambre que se encontró en el Sáhara, y de crímenes cometidos por los guardianes del campo de trabajo de Colomb-Bechar. No tenían gas mortal, pero sí cultivaban el mismo instinto perverso y criminal de los nazis. Cayetano me enseñó su biblioteca, muy nutrida. Cuidadísima. Y ese amor por la cultura y los libros nació en Camp Morand, etapa intermedia antes de acabar en mitad del desierto, donde las Juventudes Libertarias crearon escuelas. De Cayetano Zaplana tengo dos imágenes: él mirando orgulloso su biblioteca, o consultando con una lupa de aumento documentos y fotografías de aquellos años. Pero no hablamos de Miguel Ruiz, el protagonista del cómic de Paco Roca, que es altamente recomendable”, explica Gregorio León a Culturplaza.

 


“Los soldados de la División Littorio instalaron su campo en la zona de San Juan, alojándose en pensiones y casas particulares. Y surgieron romances fugaces. Yo pude acceder a las cartas que uno de esos italianos le remitió, ya devuelto a Alicante, ese soldado a su novia alicantina. Me las envió su hijo, y emocionaban, como cualquier carta de amor. Y varios testimonios recabados hablan de su educación hacia la población local. Es curioso que el primer periódico que se editó en el Alicante ya nacional se llamaba Il Littorio, escrito en italiano e impreso en los talleres de donde antes nacían las páginas de la publicación comunista Nuestra bandera”.

Con respecto a las conjeturas acerca del papel del capitán del Stanbrook, Archibald Dickson, en el rescate de republicanos españoles, Gregorio opina que es indemostrable que Archibald Dickson pidiera dinero para permitir el embarque de las personas concentradas en el puerto de Alicante. “Hasta se extendió el rumor de que la noche de antes se fue copas, y al día siguiente actuó sin ser plenamente consciente de lo que hacía. Me parecen fantasías novelescas. Sí pude recabar testimonios de supervivientes (Helia González o el propio Cayetano Zaplana), y me confirmaron ese carácter heroico del capitán Dickson. La única transacción acreditada en toda esta operación de salvamento del Stanbrook es que el barco llega a Orán y las autoridades francesas pidieron 170.000 euros para permitir el desembarco, después de una larga cuarentena de un mes”.

Otra duda que surge es si fue el Stanbrook el único buque que logró esquivar el bloqueo del puerto por parte de los fascistas, o si por el contrario hubo más barcos que lograron evacuar a republicanos. “Hubo más barcos, pero el número de republicanos evacuados es menos significativo. El 28 de marzo de 1939 solo había dos barcos en el puerto de Alicante. Aparte del Stanbrook, quedaba el Marítime, utilizado por 32 autoridades republicanas de la provincia. Antes de esa fecha, otras embarcaciones como el Winnipeg, el Ronwyn o el Marionga rescataron a algunos exiliados, sin contar con barcos pesqueros que se hicieron a la mar desde El Campello o Torrevieja”. “El Stanbrook salvó a 3.000 republicanos -añade-. Pero otros 12.000 quedaron abandonados a su suerte, y fueron recluidos en campos de concentración habilitados a toda velocidad: La Goteta, conocido como campo de los Almendros, o el de Albatera. Pero no solo ahí. También en la plaza de toros de Alicante, en el cine Ideal, y hasta el castillo de Santa Bárbara, donde se pueden encontrar rastros visibles de la concentración de hasta 4.000 presos. Hay inscripciones grabadas recordando su paso por aquel castillo convertido en cárcel. También sirvió de prisión el Reformatorio de Adultos, donde es recluido el poeta Miguel Hernández. Moriría nueve meses después”