miércoles, 19 de junio de 2019

Tesis sobre la docencia de los Niños de la guerra de Rusia




María del Mar del Pozo Andrés y Verónica Sierra Blas escribieron una extensa y documentada tesis sobre la educación y docencia de los niños exiliados en distintos países en conflicto bélico.

Buena parte de su estudio corresponde al análisis de lo acontecido en la Unión Soviética a este respecto con los niños llamados “Niños de la guerra” qué recalaron en la Unión Soviética tras su precipitada huida de España con motivo fundamentalmente de la contienda civil. Esa parte de la tesis correspondiente a los niños de la guerra es la que transcribo literalmente a continuación con sus notas a pie de página y referencia de archivos y documentación consultada por ambas autoras.

Resaltar, a mi modo de ver, el carácter objetivo en general del análisis, respecto a recursos formativos, adoctrinamiento (que no se escapa, en la situación del momento y el lugar), y vida social de los niños en la Unión Soviética, a su llegada a la URSS y sus primeros años de exilio.






DESDE EL “PARAISO” SOVIETICO. CULTURA ESCRITA, EDUCACION Y PROPAGANDA EN LAS REDACCIONES ESCOLARES DE LOS NIÑOS ESPAÑOLES EVACUADOS A RUSIA DURANTE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA


María del Mar del Pozo Andrés
Verónica Sierra Blas

Resumen

La República, con el fin de alejar a la infancia de los horrores de la Guerra Civil que se libraba en España, organizó diferentes campañas de evacuación al extranjero, siendo la Unión Soviética uno de los países de acogida más importantes. Para garantizar el cuidado y atención a los niños y niñas evacuados a otros países, el Gobierno republicano designó una serie de inspectores para supervisar el estado y educación de la infancia española. El 13 de enero de 1938 un grupo de niños y niñas españoles refugiados en Moscú recibió en su escuela la visita del inspector Antonio Ballesteros, a quien entregaron algunas redacciones como regalo que éste se llevó consigo de vuelta a España. Estas redacciones de su vida cotidiana son hoy uno de los pocos materiales que se conservan producidos por aquellas manos infantiles. A través de las mismas, conservadas hoy en el Archivo General de la Guerra Civil española, queremos aproximarnos al mundo de la cultura escrita del exilio infantil en este momento histórico, así como analizar la importancia de la redacción como práctica pedagógica en las escuelas y estudiar la influencia de la propaganda y la ideología en las mentes infantiles.


1. El “paraíso” soviético

“Acabo de regresar hace pocos días de la URSS después de permanecer durante dos meses en aquel pueblo magnífico […]. Para satisfacción de las familias de los niños privadas de una información frecuente y completa de su vida en aquel maravilloso país tan alejado del nuestro y para información de todos los que se interesan por las condiciones en que se desenvuelve la existencia de esos millares de niños lanzados fuera de España por las crueldades de la guerra, vamos a dedicar estos minutos de charla a este tema […]”. (2)
 


Se estrenaba el mes de febrero del año 1938 y corría ya el tercer año de guerra en España. El inspector Antonio Ballesteros Usano acababa de llegar de la Unión Soviética y todos los medios de comunicación le acosaban para obtener información de su viaje y del “paraíso” soviético, tan idealizado en aquel entonces por unos, tan demonizado por otros. (3)

El país de Stalin era concebido por muchos republicanos como el modelo de perfección e igualdad social que había que admirar e imitar, el ideal hacia el cual la España que miles de milicianos estaban defendiendo con su vida en los campos de batalla contra el fascismo debía dirigirse una vez que el conflicto terminara. Había pasado los últimos días de enero dando vueltas y más vueltas al borrador de su primera charla radiofónica, anotando aquí, puntualizando allá, eliminando algunos comentarios, subrayando ciertas apreciaciones, consciente de la audiencia que el acontecimiento iba a tener en el país y de la expectación que su intervención despertaba en muchos hogares. Nada que envidiar a una arenga del general Miaja o a una lectura de poemas de Alberti. Sabía que de sus palabras dependía la tranquilidad y la felicidad de muchas personas a quienes la guerra había privado de lo que más querían, de lo más sagrado que poseían. Porque Antonio Ballesteros había ido a la URSS a cumplir una misión muy delicada y muy especial. El Ministerio de Instrucción Pública le había encomendado la visita y supervisión de las distintas colonias, internados y hogares infantiles esparcidos por varios países de Europa en los que miles de niños y niñas españoles se encontraban refugiados a la espera del cese de las hostilidades entre las dos Españas en liza. Con el fin de librarles de los horrores y penalidades de la guerra y, sobre todo, con el propósito de evitar que sufrieran daños a causa de los constantes bombardeos que asolaban por igual campos y cuarteles que pueblos y ciudades, sus padres (o en su defecto quienes a su cargo estaban) decidieron apuntarles a las distintas expediciones infantiles que el gobierno de la República y otros organismos oficiales y asistenciales organizaron a lo largo de la contienda para, como rezaban muchos de los carteles y folletos del momento que animaban y aconsejaban la evacuación, “salvar a la infancia española”. (4)

Si la charla del inspector iba a ser tan importante era, precisamente, porque la información que a través de ella éste iba a difundir por los micrófonos de Radio Nacional estaba relacionada con la suerte de esos pequeños evacuados. La irregularidad del correo causada por las circunstancias bélicas había traído como consecuencia que muchos padres no hubieran tenido noticias de sus hijos e hijas, con excepción de las líneas que la prensa republicana solía dedicar al recibimiento de los distintos contingentes infantiles a los puertos cuyos nombres ya no se borrarían de la memoria de muchos: Southampton, La Pallice, Burdeos, Veracruz, Leningrado. Era, por tanto, la primera vez que alguien podía contarles de primera mano cómo se encontraban los niños y niñas, dónde vivían, qué hacían, cómo se portaban, quiénes les cuidaban, si se acordaban de ellos y hacían o no caso de sus consejos, etc. Las palabras del inspector estaban, pues, cargadas de un valor incalculable. No tenían precio, porque en ellas residía la esperanza de miles de familias angustiadas a las que sólo el saber que los suyos estaban felices y lejos de todo peligro podía salvar, porque seguían teniendo un motivo por el que luchar y vivir en medio de una guerra que cada vez se hacía más dura y más larga.

De los 30.000 niños y niñas que se exiliaron durante la Guerra Civil fueron alrededor de 2.895 los que fueron a parar a tierras soviéticas. (5)

Aunque en un principio Stalin permaneció fiel al tratado de no intervención (firmó, de hecho, el pacto el 23 de agosto de 1936), su decisión de no participar en la guerra de España dio un giro de 180 grados en apenas un mes. Fue a mediados de septiembre cuando llegó al puerto de Barcelona el primer navío soviético, el buque mercante Zirianin, cargado de ropa, víveres, medicamentos y material sanitario. Rusia envió después más ayuda material, incluido armamento, y también humana: aviadores, soldados y asesores políticos y militares soviéticos formaron parte del Ejército de la República y de las Brigadas Internacionales. Además, se ofreció a recibir a pilotos republicanos en sus academias, para formarles en un tiempo récord, y a acoger a varias expediciones infantiles (un total de 4, si contamos las que fueron organizadas de forma oficial; alguna más si sumamos las nacidas de iniciativas particulares). (6)

Los únicos requisitos que los niños y niñas debían reunir para formar parte de esas y otras expediciones eran el de tener una edad comprendida entre los 4 y los 12 años (si bien los hubo que viajaron con más y con menos) y el de presentar debidamente cumplimentada la autorización de los padres o tutores para ser evacuados al extranjero. Tuvieron preferencia, eso sí, aquellos y aquellas que se encontraran en situación de riesgo, bien por residir en zonas peligrosas y cercanas a los frentes, por ser huérfanos de guerra o por la imposibilidad de su familia de hacerse cargo de ellos. Los casi 3.000 niños y niñas españoles que fueron evacuados a la URSS abandonaron España entre marzo de 1937 y octubre de 1938, si bien hubo algunos más que, acompañados por lo general de sus familias, acabaron en Rusia tras la derrota republicana en 1939. Para todos ellos el Narkompros (Comisariado del Pueblo para la Enseñanza) creó las llamadas Casas de Niños españoles, un total de 16 colonias escolares repartidas por la Federación Rusa y Ucrania en las que los niños y niñas evacuados vivieron en paz hasta el estallido de la II Guerra Mundial acompañados de los maestros y maestras españoles y el personal auxiliar, tanto ruso como español, que también formó parte de las distintas expediciones. En total fueron 1.555 las personas que se ocuparon de los pequeños evacuados durante sus primeros años en la URSS, de lo cuales alrededor de 111 eran españoles. (7)

Emplazadas cerca de bosques, ríos o playas, y rodeadas de inmensos jardines, las Casas de Niños eran grandes mansiones que antes de la revolución habían sido propiedad de grandes terratenientes o había albergado museos u otras instalaciones similares y de cierto renombre. Estaban dirigidas por un director ruso de probadas dotes pedagógicas y tenían como vice-director a un miembro del Komsomol (Juventud Comunista), encargado de la formación política de los pequeños inquilinos. En su mayoría estaban compuestas por varios edificios, siendo el principal el que se destinaba a los dormitorios. El resto se reservaba a los comedores, el ambulatorio, el gimnasio, las viviendas del personal docente y auxiliar y la escuela, si bien algunas de las Casas, las ubicadas en las grandes ciudades, carecieron de ella y los niños y niñas acudieron a las escuelas rusas más cercanas, donde se reservaron aulas exclusivas para estos alumnos y alumnas tan excepcionales. Así describía, por ejemplo, uno de los niños, Bernardo Clemente del Río, su Casa de la calle Pirogóvskaia en Moscú, más conocida como “La pequeña España”:



Nuestra casa de niños de Moscú estaba en la esquina de las calles Bolshaya Piragovskaya y Alsufelskaya. Era un antiguo edificio que reformaron y acondicionaron antes de llegar nosotros, de bonita arquitectura, grande, de dos plantas, con los suelos de parqué, ubicado en un extenso territorio-jardín en el que había otro edificio de un piso. Toda esta quinta estaba rodeada por una tapia de rejas. Seguramente en sus tiempos habría sido la mansión de algún grande de Rusia […]. En el piso bajo estaba la entrada y los guardarropas para los abrigos, gorros de invierno y chanclos; había un pequeño estanque de mármol con peces de colores, un pequeño despacho de la contabilidad, tres grandes salas de dormitorios para los niños, los aseos, las duchas, un local dedicado al almacén de la ropa blanca de las camas y de la ropa de poner, la gran sala del comedor y la cocina.  Al piso de arriba se subía por una escalera ancha de mármol blanco. En ese piso estaba el despacho de la directora y el del zampolit (director adjunto con funciones de educación política), dos grandes dormitorios de las niñas y sus aseos, una gran sala de actos con escena, telón de terciopelo carmín, con un piano de cola. En esa sala hacíamos gimnasia por las mañanas, celebrábamos las fiestas, las reuniones, etc. También en el piso superior estaban las habitaciones para hacer los deberes escolares, una para cada clase, pues ya estábamos divididos por diferentes grados escolares […]. Íbamos a una escuela pública de niños rusos que estaba a unos quince minutos de nuestra casa. Era una escuela bastante grande, de cinco plantas, en la que nosotros ocupábamos el piso bajo entero. (8)



En el país del comunismo los niños y niñas españoles pudieron recibir una educación a la que difícilmente habrían podido acceder de haberse quedado en España, dada la procedencia humilde de muchos de ellos. Un gran número cursaron en la URSS carreras universitarias y llegaron a desempeñar puestos de responsabilidad en importantes empresas e instituciones rusas. En la segunda década del siglo XX las corrientes pedagógicas soviéticas concentraron todos sus esfuerzos en definir y poner en práctica el “concepto socialista de la educación”. La escuela debía ser una plataforma para el cambio social, imprescindible para construir el nuevo régimen surgido de la Revolución de octubre. Para conseguirlo se impulsaron conjuntamente dos modelos educativos, que se convirtieron en los pilares de la educación soviética: la “educación social” (el individuo vive y trabaja en y para la colectividad) y la “educación integral” (la escuela tiene la obligación de formar al ciudadano en todos los sentidos: político, social, moral, artístico, etc.). La plataforma en la que ambos modelos se pusieron en práctica fue la escuela activa, defendida por uno de los grandes pedagogos del momento, Antón Makarenko, e institucionalizada por Anatoli V. Lunatcharski, director del Narkompros desde su fundación, el 28 de marzo de 1919. Las Casas de Niños también formaron parte de este contexto educativo y en ellas se puso en práctica no sólo el proyecto pedagógico soviético, sino también el estilo de vida comunista en todas sus dimensiones. (9)

El plan educativo soviético constaba de 10 cursos: los niños y niñas entraban a la escuela a los siete años y la abandonaban a los 17. La escuela se dividía en dos tramos: de 1º a 7º curso y de 8º a 10º. Cuando el alumno o alumna terminaba 7º podía pasar a varios centros de enseñanza relacionados con la adquisición de conocimientos profesionales. Si se decidía por la enseñanza profesional y superaba todo los cursos, podía acceder más tarde a centros superiores y obtener una formación equivalente a la universitaria. En el caso de culminar en la escuela el 10º curso se podía optar a la Universidad o al Tecnikum (ingeniería técnica). (10)

La educación general básica en Rusia se identificaba completamente con la educación política. No existían ni se concebían la una sin la otra. Formar ciudadanos capaces, que levantasen el país y enriqueciesen sus arcas, y crear militantes convencidos, defensores y creyentes de la patria, del comunismo y de sus dirigentes, fueron objetivos que caminaron de la mano, sobre todo a partir de la reforma del movimiento pionero emprendida a mediados de los años 20 por Nadežda K. Krupskaja, la mujer de Lenin, y el psicopedagogo Arón Borissovich Zalkind. Los pioneros tuvieron funciones nada desdeñables en lo que se refiere a la construcción, difusión y consolidación del Nuevo Estado soviético, pues en ellos residió, después de la Revolución, la responsabilidad de controlar socialmente y adoctrinar desde el punto de vista ideológico a las nuevas generaciones. En 1922 el movimiento juvenil pionero contaba con 4.000 miembros, cifra que ascendió a los 11 millones en 1939. Muchos lo han considerado, de hecho, como la mayor organización juvenil del siglo XX. (11)

Las asignaturas que tuvieron que cursar los niños y niñas en las escuelas soviéticas fueron similares a las que hubiesen recibido en España, a excepción de la lengua rusa, la Historia de Rusia y la Constitución de la URSS (la de Stalin de 1936). En un principio recibieron las clases en español y de la mano de aquellos maestros y maestras que les habían acompañado desde su salida de España. Cuando los niños y niñas fueron familiarizándose con el nuevo idioma las clases fueron impartidas por maestros y maestras rusos y desaparecieron los traductores o intérpretes (Perevodchisha o Perevodchil), quienes les habían acompañado a todas partes desde su llegada a la URSS para que comprendieran todo lo que veían y les explicaban, así como para ayudar a los responsables rusos a entenderles a ellos. En todo momento, eso sí, se puso especial cuidado en que los pequeños evacuados no perdieran sus orígenes, se les inculcó el respeto y amor a España y se trató de crear en las Casas y escuelas un microclima a la española que les ayudase a conservar su identidad. Para ello fue esencial la organización de actividades extraescolares y círculos de interés centrados en las costumbres del país que les vio nacer, tales como conferencias sobre la historia y la política españolas, clubes de lectura de los clásicos o grupos de teatro, baile y canto tradicionales. La puesta en marcha de todo este nuevo mundo a medida que el Narkompros y los responsables españoles construyeron para los niños y niñas evacuados de la guerra a la Unión Soviética no estuvo exenta de dificultades. El coste que suponía mantener las Casas y todo el personal que trabajaba en ellas fue inmenso y la escasez de algunos materiales escolares puso en apuros a los docentes, sobre todo al principio, cuando ni siquiera contaban, por ejemplo, con libros de texto en castellano para comenzar a impartir las clases. Si bien este fue un problema común a muchas de las colonias y refugios infantiles ubicados en el extranjero, la ayuda de la Delegación Nacional de la Infancia Evacuada (organismo encargado de gestionar y controlar dichas instituciones), que envió lotes de libros de Literatura, Historia y cultura españolas a los docentes destinados en las mismas, no se dejó notar por igual en todos los casos. (12)

Los pocos libros y manuales escolares que los maestros y maestras destinados a la URSS habían llevado consigo y los que los niños y niñas de estas expediciones habían metido en sus pequeñas maletas como compañeros de viaje, aparte de los que pudieran recibirse una vez allí instalados, no eran suficientes para los 3.000 alumnos y alumnas que debían comenzaban en Rusia el curso escolar 1937-38. Por eso, las autoridades soviéticas tomaron la decisión de traducir los libros de texto rusos al español, aspecto que quiso destacar especialmente el inspector Ballesteros en su charla radiofónica:



Por la precipitación de la salida de los maestros y educadores españoles no pudieron llevarse libros escolares para la enseñanza de nuestros niños, y como las dificultades de transporte impiden a nuestro gobierno enviarlos en el número que son precisos, el Comisariado de la Educación en la URSS ha dispuesto, y cuando salimos nosotros de la URSS ya estaban los originales en la imprenta, la traducción al castellano de todos los libros escolares que en la URSS existen, a fin de que los niños españoles no carezcan de este medio indispensable de instrucción y de trabajo escolar. Serán muchos millones de libros ya que son varios miles de cada materia, y para cada grado los que editará, libros que no han de poder utilizar más que los niños nuestros y cuya edición importará muchos miles de rublos. Hasta este grado de preocupación y de inteligente cuidado llega el gobierno soviético en la defensa de la cultura de los futuros trabajadores españoles. (13)




La mayor parte de los niños y niñas recuerda su estancia en las Casas, entre junio de 1937 y junio de 1941, como la época más feliz de su vida. Estos años vivieron realmente como en un “paraíso”. Tuvieron sólo a su disposición cientos de personas, no les faltó de nada, se les vistió y alimentó mejor incluso que a los niños y niñas rusos, se les proporcionó una educación y se les dedicó tanta atención y tanto cariño que todavía hoy recuerdan con emoción su infancia en Rusia, a pesar de la distancia, a pesar de la pérdida, a pesar de la desgracia. Pero la guerra, de nuevo, vino a truncar aquellos años felices.

El 21 de junio de 1941 dio comienzo la ofensiva alemana contra la Unión Soviética. La mayoría de los menores españoles tenía en ese momento entre 10 y 15 años. Todas las Casas de Niños estaban ubicadas en el eje de penetración del ejército de Hitler, por lo que pronto se dispuso la evacuación de sus ocupantes hacia otras zonas del país más seguras: la república autónoma de los alemanes del Volga, Saratov y Stalingrado; los Montes Urales (Baskiria); lugares tan alejados de Siberia como Altai, en la frontera con China y Mongolia; u otras repúblicas, como Uzbekistán (Samarcanda, Tashkent) o Georgia. La participación de los jóvenes españoles en la II Guerra Mundial tuvo muy distintos grados, desde aquellos que trabajaron en fábricas para cubrir las necesidades materiales de la guerra o colaboraron en las tareas de retaguardia, pasando por los que ayudaron en las siegas y recolectas de distintos koljoses esparcidos por la geografía soviética para que no se perdieran las cosechas, hasta los que se alistaron, como enfermeras, combatientes o voluntarios, en las filas del Ejército Rojo, de la Guerrilla o de las Milicias Populares. Más de 200 soldados españoles perdieron la vida en la “Gran Guerra Patria”, de los cuales entre 66 y 50 eran niños y niñas de la guerra; un alto porcentaje si tenemos en cuenta que se alistaron un total de 130. A estos habría que sumar otros 280 menores y jóvenes que fueron víctimas de la escasez de alimentos, de la falta de medicamentos o de los bombardeos. (14)

Regresar algún día a España fue una ilusión que acompañó a muchos de estos Niños de Rusia a lo largo de su vida. Al finalizar la Guerra Civil, Rusia (al igual que México) no reconoció la dictadura de Franco y se negó a facilitar su vuelta a España. (15)

No ocurrió así en otros países, donde las autoridades facilitaron enseguida el retorno de la infancia española a sus hogares, una vez los padres reclamaron a sus hijos e hijas en el extranjero, ayudando así, aun sin pretenderlo, al éxito propagandístico de la política de repatriación franquista. Ésta quedó bajo la tutela de la Delegación Extraordinaria de Repatriación de Menores (DERM), creada por el primer gobierno de Burgos el 1 de julio de 1938, dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores, que con posterioridad (por orden de 24 de junio de 1941) pasó a depender de la Delegación Nacional del Servicio Exterior de la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS). (16)

Bajo el epígrafe de la “Obra del Caudillo”, la devolución de los niños y niñas “secuestrados” por la República durante la contienda a sus padres y a su país suponía un triunfo social del régimen, que intentaba también con ello granjearse el reconocimiento internacional. (17)

Desde 1947 y hasta la muerte de Stalin, el 6 de marzo de 1953, fueron muy pocos los que pudieron salir del país. No fue hasta mediados de la década de los años 50, en 1956 y 1957, 20 años después de su salida de España, cuando las autoridades rusas y españolas brindaron a estos niños y niñas ya adultos la posibilidad de regresar a su país natal. Menos de la mitad lo hicieron. En su mayoría regresaron a la URSS al poco tiempo de su salida debido a las dificultades que para vivir en paz encontraron en la España franquista. Toda su vida arrastraron consigo el estigma de ser hijos e hijas de los vencidos y el de haber pasado su infancia en el “paraíso” soviético.








2 Un secuestro documental



La charla radiofónica que el inspector Ballesteros preparó tras su regreso a España después de haber pasado tres meses en la URSS, desde noviembre de 1937 hasta enero de 1938, se conserva en la caja número 87 de la Sección Político Social de Barcelona en el Archivo General de la Guerra Civil ubicado en la histórica ciudad de Salamanca. Está archivada como el expediente número 15. Pero no es el único documento que en esta caja reposa que tenga que ver con Rusia y con los niños y niñas españoles evacuados a este país durante la Guerra Civil. La acompañan, por ejemplo, un pasaporte especial, en el que se le concede libertad absoluta de movimientos en el extranjero, emitido el 15 de noviembre de 1937, y el informe que Ballesteros escribió acerca de las condiciones de vida y la educación que los pequeños exiliados recibían en el país del proletariado, fechado en Barcelona el 14 de febrero de 1938. También hay documentos personales (todo ello en el mismo expediente 15). Un puñado de biografías de algunos miembros del personal docente y auxiliar español que se encontraba en Rusia con los menores (expediente 21) y una docena de redacciones escolares (expediente 17). Las biografías fueron escritas previa petición de las autoridades soviéticas y españolas cuyo objetivo no era otro que conocer (y controlar) el número de personas empleadas en las Casas de Niños, la actividad que desempeñaban, los motivos que les habían llevado a elegir este destino y, principalmente, su militancia política. Así, junto a los datos personales y sus antecedentes docentes o laborales, en las biografías, todas ellas manuscritas, los responsables de los niños y niñas evacuados anotaron su filiación política y dejaron constancia de su fe en la República y su causa, especialmente si antes de embarcar camino de la URSS habían formado parte de las filas del Ejército republicano, como fue el caso del maestro José Manuel Arregui Calle (Figura 1):



José Manuel Arregui Calle, natural de Pola de Siero, provincia de Oviedo, de 27 años de edad, maestro nacional por oposición libre convocadas en 1928; obteniendo el número 43 de la primera lista supletoria. Tomé posesión de la Escuela Nacional de niños de Feleches, partido judicial de Siero, provincia de Oviedo, el día 14 de Febrero de 1931, y estuve prestando servicios en esta escuela hasta el día 26 de Marzo de 1937 en que me incorporé al Ejército Popular. Caí herido, quedando inválido para la guerra [perdió la mitad de su brazo izquierdo el 3 de abril en el sector de San Lázaro, frente de Oviedo], incorporándome nuevamente a la enseñanza el día 3 de Septiembre de 1937 con motivo de la marcha a la URSS con un grupo de niños asturianos, donde en la actualidad me encuentro ejerciendo mi cargo de maestro. Profesionalmente pertenecía a la ATEA [Asociación de Trabajadores de la Enseñanza de Asturias, dependiente de la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza (FETE)], grupo local de Siero. (18)





Además, muchos aprovecharon que estos documentos fueran a parar a manos de personas con cierta competencia y escribieron también algunas peticiones, en su mayoría relacionadas con la búsqueda de familiares. Desde su llegada a Rusia, los cuidadores de los pequeños evacuados, como les ocurrió también a estos mismos, no sabían nada de los suyos y vivían sumidos en la intranquilidad y el desasosiego provocados por la ausencia de noticias. La salida precipitada y obligada de la población que vivía en las zonas que se habían convertido en el norte de España en líneas de la ofensiva franquista (Bilbao, Santander, Gijón) hizo  que muchos se convirtieran en refugiados sin hogar y, por tanto, sin dirección postal a la que poder escribirles. No es que estuvieran perdidos (algunos sí) o que hubieran muerto (que también), si no que fundamentalmente habían pasado a formar parte de una masa humana sin nombres ni apellidos y encontrarles resultaba tarea harto complicada.



Soledad Reguero Álvarez, natural de Sama de Langreo, provincia de Oviedo, salí de Asturias el 23 de septiembre de 1937 como auxiliar de la Colonia de niños que fueron evacuados a la URSS. Estuve prestando servicios en el Orfanato Miliciano Alfredo Coto desde diciembre de 1936 hasta el momento de la evacuación. Desde que salí de Asturias no he vuelto a saber de mi familia: Mi hermano, Ramón Reguero que estaba como enlace al servicio de un teniente en el Bllon [Batallón] Asturias nº 253 cía [Compañía] 3ª en el frente de Oviedo sector de S. Lázaro. Mi hermana Aurora Reguero como enfermera en el hospital de Sangre de Proaza. Ángeles Amil, secretaria de las JSU [Juventudes Socialistas Unificadas] de Ciaño (Langreo) donde yo estaba afiliada. Desde mi traslado a Gijón pertenecía al Partido Comunista. Actualmente permanezco trabajando con los niños españoles con quienes salí de Asturias, muy contenta de seguir con ellos hasta que podamos regresar a España. (19)



Las notas biográficas que se conservan en España (suman 41) son tan sólo una parte (mínima) del total de biografías que todos los empleados en las Casas de Niños, bien en labores docentes o en otras, tuvieron que escribir. El resto están custodiadas en el Archivo Estatal de la Federación Rusa de Moscú. (20)

Las que constituyen el fondo de Salamanca corresponden a los españoles que trabajaban en las Casas de Leningrado, Pushkin y Pravda. En su mayoría habían formado parte de la tercera expedición infantil, conformada por unos 1.100 niños y niñas y organizada por el Consejo Provincial de Asturias y León, presidido por Belarmino Tomás. La expedición salió, bajo la dirección del maestro Pablo Miaja (hermano del general Miaja, artífice de la defensa de Madrid), del puerto de El Musel (Gijón), en la madrugada del 24 de septiembre de 1937 y llegó a Leningrado el 4 de octubre. Las fechas de redacción de estos currícula improvisados se sitúan entre el 3 de diciembre de 1938 (las pertenecientes al personal contratado en las Casas de Leningrado), el día 5 del mismo mes y año (para las salidas de la Casa de Pushkin) y el 6 de enero de 1938 (las de los trabajadores de Pravda). Coincidiendo, por tanto, con la visita del inspector español. Dada la distancia que mediaba entre algunas de las Casas (por ejemplo, las que estaban en las regiones de Moscú o Leningrado y las ubicadas en Crimea y Ucrania) y el tiempo limitado del que disponía, a Ballesteros le resultó imposible visitar todas, por lo que su labor se redujo a la inspección de las citadas y las ubicadas cerca de éstas.  Las redacciones suman un total de 12. Todas ellas están fechadas el mismo día, el 13 de enero de 1938, y fueron escritas en hojas pautadas, tanto cuadriculadas como rayadas, que fueron redactadas en los pupitres que los niños y niñas españoles ocupaban en una de las escuelas de Moscú previa petición del inspector Ballesteros, quien debió visitar ese día la clase en la que sus autores y autoras se encontraban. Éstos cursaban el 5º y el 6º grado; tenían, por tanto, aproximadamente entre 9 y 12 años. Desconocemos si en estos niveles de escolarización el número total de alumnos y alumnas españoles era éste (12), por lo que no podemos apuntar si el conjunto es representativo o no. Pudieron ser redacciones seleccionadas de entre otras muchas en función de criterios fácilmente imaginables (las mejor escritas, las de óptima presentación, las más impactantes, las de mayor contenido ideológico, etc.) o, por el contrario, constituyen el total de las redacciones que ese día salieron de este aula moscovita de niños y niñas españoles. En todo caso, las mismas constituyen el eje sobre el que se construye este trabajo y las analizaremos detenidamente en el cuarto apartado del mismo. Estas escrituras infantiles viajaron a España junto a las notas biográficas anteriormente citadas, y constituyeron las pruebas esenciales de que la misión de Ballesteros había sido realizada según lo previsto. El inspector llevó consigo a Barcelona las redacciones y los currícula, si bien lo hizo con fines muy distintos. Los currícula le servirían para dar cuenta de las labores del personal contratado; pero también le permitirían ayudar a los maestros y auxiliares en la búsqueda de familiares, tal y como le habían solicitado. Las redacciones, sin embargo, eran la demostración del buen estado de los niños y niñas, de sus avances escolares y de su felicidad en un país del cual les gustaba todo o casi todo y en el que les trataban a cuerpo de rey. Seguramente el inspector pensó que entregar estas letras a los padres sería para ellos como traerles a su lado a sus hijos e hijas aunque sólo fuera por unos instantes. Claro que, además, estos escritos había que darlos a conocer de alguna manera al resto del mundo. ¿Dónde mejor podía verse la labor de asistencia y cuidado a la infancia por parte de la República? ¿Qué testimonio podía demostrar con más fuerza que estas palabras de admiración y veneración de los menores españoles que Rusia era el país ideal por excelencia? (21)

Sin embargo, ni los currícula, ni las redacciones que trajo consigo Ballesteros, ni siquiera muchas de las cartas redactadas por los niños y niñas españoles desde Rusia y dirigidas a sus familiares en distintos momentos de su exilio, (22) llegaron a sus destinos ni a sus destinatarios. Fueron secuestradas, como también lo fueron los millones de documentos personales que actualmente reposan en el archivo de Salamanca. Con la caída de Barcelona (el día 26 de enero de 1939), toda la documentación que se había acumulado desde el inicio de la contienda en los distintos organismos republicanos que tuvieron allí su sede (pensemos en el Ministerio de Instrucción Pública o en la Delegación de Asistencia Social, donde fueron a parar los documentos de Ballesteros y la correspondencia de los niños y niñas, respectivamente), pasó a manos de Franco. Ya por orden de 20 de abril de 1937, éste había creado la llamada Oficina de Información y Propaganda Anticomunista (OIPA), que junto a la Delegación de Asuntos Especiales (DEA), dedicada a la propaganda anti-masónica desde el 29 de mayo de ese mismo año, dependía del Ministerio del Interior. Ambos organismos se fusionaron, una vez nombrado el primer gobierno de Franco, por orden de 26 de abril de 1938 en la llamada “Delegación para recuperar, clasificar y custodiar la documentación procedente de personas y entidades del bando republicano” (DERD), dirigida por Marcelino de Ulibarri. (23) 

Para conseguir sus propósitos, y a medida que las tropas franquistas iban conquistando territorios, el Servicio de Recuperación de Documentos (SRD), médula espinal del organismo anteriormente citado, se encargó de incautar todo papel que los republicanos en retirada hubieran olvidado destruir o no pudieran haberse llevado consigo. (24) Concretamente, en el caso de Barcelona, el SRD practicó entre el 28 de enero y el 3 de julio de 1939 un total de 1.399 registros en instituciones, partidos, sindicatos, asociaciones, periódicos y domicilios particulares. El botín fue sorprendente: en julio de 1939 un tren de 12 vagones trasladó de Barcelona a Salamanca 130 toneladas de documentos. (25)

Una gran parte de los documentos incautados tras la toma de los distintos territorios que habían estado en manos de los republicanos durante la Guerra Civil fue a parar al Convento de San Ambrosio, en la ciudad de Salamanca, donde pasó a disposición del Tribunal Especial para la Masonería y el Comunismo. (26)

El convento de San Ambrosio fue así el germen de lo que hoy constituye el Archivo de la Guerra Civil de Salamanca, integrado desde finales de 1979 en el Archivo Histórico Nacional de Madrid como una delegación independiente. A este depósito documental, por tanto, fueron a parar, junto a miles de documentos incautados, las redacciones y cartas de los niños y niñas españoles evacuados a Rusia, las notas biográficas redactadas por el personal auxiliar y docente que les acompañó y el informe y la charla radiofónica del inspector Ballesteros. Todos ellos eran susceptibles de aportar información acerca de personas que por un motivo u otro y en muy distintos grados se habían significado por su conducta y actuación durante la contienda sirviendo al bando republicano y a las ideas que éste defendió en los campos de batalla durante los tres años de guerra. Formaron así parte del aparato represivo franquista, siendo empleados como pruebas con las que inculpar a los sospechosos.






3 Formas y usos de la composición  en la España del primer tercio del Siglo XX



Los ejercicios de redacción o composición se introdujeron muy lentamente en la escuela primaria española durante el primer tercio del siglo XX, siendo rechazados sistemáticamente por algunos maestros y maestras o, mucho más frecuentemente, malinterpretados por los propios docentes, que presentaban como redacciones lo que no eran sino copias del manual escolar o de textos escritos previamente en las pizarras. Tras estas perversiones habituales se escondían los miedos y resquemores de los profesores a dejar a los alumnos expresar libremente sus ideas, a dar rienda suelta a su fantasía y creatividad y a manifestar pensamientos y opiniones que podían entenderse como críticas subyacentes y soterradas de la actuación magisterial o de su vida en la escuela. Estas prevenciones de los maestros, junto con su escasa preparación personal para expresar por escrito sus propias ideas y, por lo tanto, transmitir las técnicas adecuadas a sus discípulos, son algunas de las razones que encontramos para explicar la escasa atención que se le concedió a las prácticas de composición hasta los años 30. Las primeras reflexiones que los docentes se plantearon sobre los ejercicios de redacción o composición -pues la mayoría identificaban ambos conceptos hasta bien entrado el siglo XX- son un ejemplo de las cautelas con las que abordaban esta actividad los escasos maestros que la utilizaban en sus aulas, los cuales, desde luego, formaban parte de la avanzadilla de la vanguardia pedagógica del momento. Así, en las postrimerías de la centuria decimonónica, un profesor de una escuela pública madrileña, Vicente Castro y Legua, apuntaba tímidamente que los “trabajos de redacción” formaban parte de los procedimientos por él utilizados para la enseñanza de la escritura, aunque su sistema encorsetaba bastante la imaginación infantil y dejaba al maestro el control absoluto de las producciones escritas. El docente proponía el tema de la composición, que los niños escribían en sus pizarritas individuales, lo que nos da una idea de la limitada extensión de estos textos, además de su carácter perecedero, pues el maestro obligaba a borrar errores e incorrecciones y sólo cuando quedaba “aprobado el trabajo” en su totalidad se permitía a los niños copiarlo en papel, fecharlo y firmarlo. Sólo las más excepcionales se conservaban en la escuela. (27)

Éste debió ser un ejercicio habitual en las aulas españolas, pues en 1934 fue presentado por varios docentes extremeños como una actividad innovadora para los alumnos del grado superior. (28)

Ángel Llorca, un maestro que llegaría a ser de los más afamados en España por las innovaciones pedagógicas que introdujo en su centro madrileño, apuntaba desde su primer destino profesional en Elche (Alicante), ya en 1900, la necesidad de realizar numerosos ejercicios de redacción en las clases, para que los alumnos aprendieran a expresar por escrito sus ideas y sentimientos. Aunque muchas de las actividades propuestas eran resúmenes de lecciones y tareas instructivas, también insistía en la necesidad de que se permitiera a los niños y niñas plasmar en el papel sus opiniones sobre “cuestiones de palpitante interés local y general” y sobre “problemas de moral práctica”, con lo que aparecía una nueva finalidad de estas composiciones, la de desarrollar los juicios éticos y críticos en la infancia. (29)

Otros pedagogos, como el catalán Pau Vila, sugerían otra utilidad añadida de estas composiciones, que entraba en el terreno de lo psicológico e implicaba el desarrollo de las capacidades infantiles de observación y percepción, así como de sus habilidades para interaccionar con los entornos cotidianos. Los temas de redacción propuestos por este autor implicaban descripciones de los espacios en los que se desenvolvía la vida del niño o niña y de sus actividades diarias y las de su familia. (30)

No cabe duda que el interés por este ejercicio de escritura aumentó en los años veinte. Profesores de escuelas primarias, centros de formación del magisterio e inspectores viajaron a Europa pensionados por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas y estudiaron las producciones escritas que exhibían las escuelas de Francia, Bélgica, Suiza o Italia, haciéndose eco de la riqueza de los cuadernos escolares y de las numerosas actividades que en ellos se reflejaban, siendo las composiciones una de las que más llamaron la atención. Posiblemente esta experiencia motivó que muchos docentes incluyeran las redacciones entre sus tareas habituales, y también que en las Escuelas Normales se generalizase la preocupación por enseñar a los futuros maestros y maestras técnicas de expresión escrita que luego pudieran transmitir a sus alumnos y alumnas. Desde luego, en estos años es fácilmente perceptible un aumento de la producción bibliográfica sobre el tema, especialmente desde el campo de la normatividad pedagógica. Inspectores, profesores normalistas y algún docente afamado publicaron artículos sobre técnicas y estrategias para enseñar a redactar y, muy especialmente, para incluir este aprendizaje en el currículum escolar de una forma graduada, progresiva y acorde con las investigaciones más recientes sobre el desarrollo psicológico infantil, entre las cuales destacaban ya con luz propia los hallazgos del ginebrino Instituto Jean Jacques Rousseau y de su jovencísimo profesor Jean Piaget. Unos autores, siguiendo la brecha abierta por Pau Vila, se fijaban especialmente en aquellas corrientes psicopedagógicas de carácter decrolyano que ubicaban la observación como uno de los primeros niveles de la actividad mental infantil. Para ellos, la composición era el ejercicio ideal para desarrollar esta capacidad, por lo que debía realizarse en torno a temas, casi siempre sugeridos por el maestro, y que implicasen la descripción de objetos y hechos reales y visibles, la explicación de grabados e imágenes y la narración de historias y sucesos. En definitiva, se trataba de ir de lo más cercano a lo más lejano, de lo conocido a lo desconocido, de lo concreto a lo abstracto: “ante todo, pues, realidad; después, imagen; por último, recuerdo y fantasía”. (31)

Algunos autores hicieron estudios iniciales de composiciones infantiles y criticaron especialmente su escasa originalidad -“las palabras que copié de los niños resultan uniformes, cortadas por un mismo patrón, porque los niños, evitando hacer un esfuerzo de atención, no llegaron al punto de vista personal, y se quedaron en la superficie de las cosas vistas” (32) -, lo simplista y falto de razonamiento de sus afirmaciones, precisamente por la dificultad de mantener una atención sostenida que les permitiera recopilar los datos necesarios para justificar sus asertos y, especialmente, la insinceridad de que hacían gala los alumnos y alumnas y su renuencia a dejar por escrito sus verdaderos pensamientos: “Cuando el tema es de índole sentimental o moral hay tendencia a la hipocresía; el niño se acuerda que está en la escuela y dice, no lo que siente, sino lo que debiera sentir”. (33)

En algunas escuelas se orillaron hábilmente estos problemas al desarrollar un concepto de la composición que era más un ejercicio de preciosismo literario que un instrumento para la expresión escrita de las propias ideas y sentimientos. Los maestros y maestras interpretaron que el objetivo de esta práctica era desarrollar los valores artísticos y estéticos del niño y, en último término, facilitarle la plasmación escrita de sus propias sensaciones y emociones con un ropaje de belleza que primaba sobre cualquier fondo personal, por lo que entendieron la composición como una cuestión de forma literaria y, orgullosos, enseñaron al mundo las producciones de sus alumnos y alumnas, que respondían a un estilo como el ofrecido en este texto de un niño de 12 años asistente al grupo escolar de Ólvega (Soria) en 1933:



“Ejercicio de Composición.

La primavera.

¡Oh, bella estación del hermoso abril, de extensos campos, cubiertos de hermosísimas flores y de verde y dorado musgo! Pareces una inmensa alfombra de esmeralda, en la cual coloca sus pies el pacífico rocío que refresca a la flor nacarada y al esbelto clavel. En esa alfombra tan deliciosa y bella, también hay hermosos árboles por los cuales se enrosca la enredadera, y en una rama tenemos al sencillo ruiseñor, rey del canto, que parece que reza cuando toda la pradera duerme [...]. Brilla el sol abrasador, y sus rayos de oro y grana descargan su furor sobre esas sencillas y débiles flores; parece el león hambriento que desesperado ruge, o las bárbaras olas del negruzco mar, que sobre la dura roca se estampan”. (34)



Otros maestros y maestras se inclinaban por el realismo y veían en los ejercicios de composición una estrategia muy eficaz de preparar a los niños y niñas para la vida futura y para su inserción en el mercado laboral. Este grupo se reconoce por su insistencia en recomendar como asuntos centrales de tales actividades la redacción de cartas, recibos, oficios, contratos, pagarés (35) y, desde una perspectiva eminentemente escolar, el resumen de contenidos instructivos.

Una variante innovadora y muy utilizada en los años 20 y 30 fue la realización de reseñas de excursiones (36) y de diarios de clase, en los que las tareas lectivas adquirían la forma de relato o narración. El grado de libertad que debían tener los niños y niñas a la hora de realizar estas composiciones fue uno de los elementos que centró gran parte de las discusiones y debates entre maestros y pedagogos. El propio Antonio Ballesteros aceptaba que el alumno escribiera “sobre asuntos elegidos por el maestro o libremente elegidos” por él mismo, introduciendo así el concepto de las composiciones “con tema señalado” y “con tema libre”. (37)

María Goiri de Menéndez Pidal, profesora en la Sección Preparatoria del Instituto-Escuela, defendía que los ejercicios de composición, tradicionalmente relegados a los grados superiores, se iniciaran con niños y niñas de siete y ocho años, recomendando que los temas fueran elegidos por el docente y abarcaran algún tipo de suceso del que el alumno o alumna fuera protagonista, o incluso reflexiones sobre su propia labor. Relatos sobre su vida cotidiana, el empleo del tiempo el domingo o sus recuerdos del curso escolar eran asuntos propuestos para niños de ocho años; los de nueve, además de escribir sobre sus vacaciones, realizaban resúmenes de cuentos narrados; los de diez tenían que inventar uno inspirado en la Nochebuena, en el que “pueden poner algo de fantasía, si con ello el cuento resulta mejor”. (38)

Sin embargo, la mayoría de autores se inclinaban, no por estimular la imaginación infantil, sino por acostumbrar al niño a que se convirtiera en notario imparcial de su propia vida y de sus circunstancias, al más puro estilo orteguiano.

Por eso, y como un paso previo a la redacción de diarios íntimos, algunos maestros sugerían que en el margen de los cuadernos los discentes anotasen frases cortas sobre lo pensado y ejecutado cada día o sobre los acontecimientos nacionales e internacionales, frases que iban creciendo en extensión y dificultad lingüística a medida que el alumno o alumna progresaba en edad y logros académicos. (39)

Un procedimiento curioso es el desarrollado en su escuela por un maestro catalán, que enviaba cada sábado a un grupo de niños a buscar fuera del aula el tema de la composición, realizar el escrito y leerlo ante sus compañeros. Si los primeros motivos escogidos eran hechos más o menos tremebundos observados en la calle, posteriormente los relatos se iban haciendo más íntimos, porque el alumno iba personalizando el entorno y dotando a sus creaciones de un toque propio, de manera que “cada composición es un documento psicológico que se nos ofrece; con él va algo de la espiritualidad de su creador, pero no es muy fácil llegar al análisis completo del mismo y por él interpretar al niño”. (40)

Ya en los años 30 abundan este tipo de composiciones, que dejan una cierta libertad en la elección del tema y en las que el sujeto se convierte en el centro del relato, como en el texto que reproducimos a continuación:



Ejercicio de composición:

De entre lo que se haya leído (cuentos o hechos reales) o de lo más interesante que nos haya sucedido, escribir una narración.

“Yendo de paseo con un amigo mío fuimos al campo de futbol donde no dijeron si queríamos jugar a pelota, contestamos que si y fuimos (uno a cada) los dos al mismo fabor [tachada la b], después de jugar fuimos al río para ber [tachada la b] los que se bañaban [tachada la b, pero corregida de nuevo como b], jugamos en la arena y por último nos bañamos los piés y volvimos juntos a casa. J. Galera [rubricado]. (41)



Durante la Guerra Civil se pontificó en ambos bandos sobre la teoría de la composición. Si las normas publicadas por la Generalitat de Cataluña eran ciertamente novedosas, al prohibir explícitamente a los docentes que propusieran temas para las redacciones infantiles, al introducir, como criterio de evaluación, la originalidad y la capacidad de expresión personal de pensamientos y acciones infantiles, y al potenciar, para los alumnos mayores, la formulación de opiniones críticas que servirían al docente para llegar a un conocimiento íntimo y profundo de sus discentes; (42) los pedagogos del nuevo régimen utilizaron la Revista de Educación Hispánica para definir la composición como “inventiva, creación personal y su fin psicológico principal es la imaginación. En los ejercicios de redacción de varios niños sobre determinado trabajo, hay analogía de contenido y pensamiento; en los de composición hay variedad, personalidad” (43). Aparentemente encontramos una rara unanimidad sobre el tema. Sin embargo, una aproximación a la práctica de la composición en escuelas de ambas zonas nos permite advertir grandes diferencias en la aplicación e interpretación de estos conceptos. En la zona franquista se les daba, no sólo un conjunto de palabras que debían intercalarse en la composición, sino también un guión de la misma, con los puntos principales a tratar. El docente vigilaba estrechamente su ejecución y corregía el resultado final, que sólo podía ser copiado en limpio cuando él había dado su consentimiento. Los niños y niñas elegían en masa, y, según se decía, “libremente” la realización de composiciones patrióticas, de las cuales adjuntamos un ejemplo correspondiente a un niño de 12 años:



Composición

Decorativa

Los héroes llenos de patriotismo y deseosos de propagar la paz, el trabajo y la cultura, que forman esta gran Cruzada, en el amanecer de nuestra Era, luchan por arrasar la barbarie que invadía nuestra España y en una palabra, para hacer de ella una gran civilización. (44)



En la zona republicana muchos maestros participaron en las experiencias de colonias escolares. Una de ellas, la ubicada en El Perelló y denominada Comunidades Familiares de Educación, estuvo a cargo de Ángel Llorca, ese maestro que desde 1900 llevaba innovando en las metodologías de aprendizaje del lenguaje y de la escritura. Una de las composiciones que aparece en los cuadernos escolares conservados de esa experiencia es la siguiente:



El Perelló 24 de agosto de 1937

La temperatura es la propia de la estación y del pueblo (donde) [corregido “en que” debajo del paréntesis] vivimos. El termómetro señala 25’5º centigrados. Son las 10 menos cuarto. Es de suponer que el termómetro siga subiendo hasta la noche. ¿Cuál será la máxima de hoy? Ayer recibimos dos visitas de un mismo grupo llegado de los Estados-Unidos que según dicen tratan de hacer propaganda en favor de la España gubernamental. La primera visita comió en la casa nº 1. Como teniamos garbanzos que es una comida que no suele hacerse en el extranjero, hubo de obsequiarselas con un huevo frito. A nosotros, por ahora, a causa de la guerra, hay muchas cosas, antes corrientes, que nos estan prohibidas. (45)



El análisis de la teoría y la práctica de la composición escolar en España nos lleva a apuntar tres conclusiones provisionales. En primer lugar, el abismo existente entre los planteamientos expuestos en la literatura pedagógica y la realidad cotidiana de esta práctica en las escuelas. En segundo término, la existencia de unos planteamientos ideológicos, que no por muy soterrados están menos presentes en las aulas, y que se incardinan en las concepciones antropológicas y pedagógicas sobre libertad y espontaneidad infantil y sobre la relación educativa. Y, finalmente, en el reducto más oculto de los discursos sobre el tema, podemos atisbar incluso concepciones diferentes y contradictorias sobre la propia identidad de la infancia y sus posibilidades de construir un pensamiento personal y no inducido por los adultos.







4 “Za Stalin, Za Ródinn”.  Un análisis de las redacciones de los niños de Rusia



El 13 de enero de 1938 los niños y niñas españoles que residían en la Casa de Niños nº 7, ubicada en la calle Pirogóvskaia de la capital rusa, salieron como cada mañana camino de la escuela donde desde hacía unos meses asistían a clase. Los alumnos y alumnas de 5º y 6º grado, sin embargo, iban a tener una jornada algo distinta, pues sus clases iban a recibir la visita de Antonio Ballesteros. Éste, junto a los docentes españoles encargados de cada grupo que supervisaron la actividad, les mandó esa mañana escribir una redacción que después se llevaría consigo a España, para enseñársela a sus padres y para que todo el mundo supiera, incluidos los altos dignatarios de la República, lo mucho que estaban aprendiendo en la URSS y lo bien atendidos y felices que se sentían por Stalin y su pueblo. Los niños y niñas se pusieron manos a la obra. En sus blocs y cuadernos escolares (cuyas hojas luego arrancaron) o bien en cuartillas sueltas escribieron sus redacciones, siguiendo las instrucciones que les habían indicado sus profesores y profesoras. Primero debían contar cuál fue su impresión al llegar a Rusia; después qué cosas de las que habían hecho o visto al ser trasladados a Moscú, tras el descanso de los meses de verano en los campamentos del Mar Negro, habían llamado su atención y de entre ellas cuál o cuáles les habían gustado más.  Los niños y niñas españoles fueron conscientes de que este ejercicio escolar no era simplemente eso, un mero ejercicio escolar, sino que estaba revestido de una importancia que cualquier otra actividad diaria en la escuela no tenía. Al fin y al cabo, sus redacciones iban a viajar a España, iban a contarles a sus padres y a los españoles lo que ellos estaban viviendo. Esa consciencia determinó profundamente su escritura, la hizo menos espontánea y más disciplinada. Era, al fin y al cabo, el resultado de una petición y no de la imaginación y naturalidad infantil. El saber que aquellos papeles iban a ser vistos por sus padres y otras personas hizo que los niños y niñas se esmerasen en su letra, evitaran tachones y borrones, pusieran especial cuidado en las faltas de ortografía. Así, la pulcritud y corrección de los escritos conservados evidencia no sólo que seguramente las redacciones fueron pasadas a limpio una vez fueron terminadas, sino igualmente cómo los pequeños evacuados, y tras ellos, en la sombra, sus responsables, quisieron plasmar la mejor representación de sí mismos, construir una imagen inmejorable de su estancia en la URSS, de sus avances escolares y de la generosidad del pueblo ruso para con ellos. Esta magnífica presentación de los escritos es perceptible en la perfecta compaginación que se observa en los documentos. Los niños y niñas respetaron los márgenes de la hoja y los espacios en blanco que separan las distintas partes en que se divide el escrito; todos dispusieron la escritura de forma vertical y ordenada, correspondiendo a cada asunto tratado un párrafo distinto; muchos encabezaron la redacción con sus datos (nombre, apellidos y clase), el lugar de redacción y la fecha (aunque en ocasiones éstos elementos aparecen al final) y el título, lo que muestra cómo fueron capaces de organizar la página, empleando incluso tipografías distintas, subrayados y tamaños de letra diferentes para resaltar las jerarquías textuales existentes (Figura 2). Estas escrituras resultan ejemplares, además, por el grado de perfección del trazado de las distintas letras. Los niños y niñas mantuvieron en todo momento la línea base y un mismo interlineado, aunque sin duda ayudados por la guía que el papel pautado les ofreció (tanto si éste fue cuadriculado como rayado). Emplearon, igualmente, el mismo módulo o tamaño a lo largo de todo el escrito, otorgando así a la escritura proporción y equilibrio. La escritura caligráfica y la inclinación sostenida concedieron a los escritos cierta elegancia y contribuyeron a crear la sensación de orden y limpieza, a construir esa presentación ideal tan característica de los escritos escolares que se sabe serán en algún momento expuestos o evaluados (Figura 3) Desde el punto de vista ortográfico es evidente que los niños y niñas pusieron especial cuidado en no cometer faltas, a pesar de que algunas se les escaparon, e incluso hay muchos que acentuaron y puntuaron los textos. A pesar de ser una de las características de la escritura infantil, incluso en aquellos niños y niñas que ya poseen un cierto dominio y están familiarizados con el escribir, no aparecen en las redacciones errores en la segmentación de las palabras. (46)

Todo ello nos hace pensar en la mirada vigilante de los maestros y maestras, tan preocupados como los niños y niñas por la buena presentación de las redacciones. De hecho, en algunas de ellas se pueden apreciar ciertas correcciones que si bien pueden ser atribuidas a los propios autores y autoras en el proceso de revisión textual, también pudieron deberse a la intervención de los adultos que supervisaron la escritura:



Durante mi estancia en la URUU [sustituidas las UU finales por SS] una de las cosas que mas me ha impresionado y me ha [añadida la h] emocionado mas [tachada la repetición de mas] ha sido el XX aniversaria [sustituida la a por una o] de la revolución rusa. Esta cosa que tanto me impresionó fue el ver al camada [originalmente había escrito caramada] Stalin, Borochilof, Kalinin, Molotof, etc. delante del potentísimo ejército rojo, hijos del pueblo soviético que defienden sus fronteras para que ningun saboteador a la clase obrera pueda penetras [sustituida s por r] en la URU [cambiada la U por SS]. (47)

La primera impresión buena que en la URSS he tenido a sido el cariñoso recibimiento que nos han hecho al llegar a nuestra Segunda patria: ano [tachado ano al ser errónea la segmentación] a nosotros desde el primer momerto [corregida r por n] hasta la fecha nos han tratado cada vez con más cariñoso [tachadas la s y la o sobrantes].(48)

Llegó el momento que teniamos que estudiar y vinimos hacia Moscu y estuvimos unos cuantos dias sin ir a la escuela, e hibamos [tachada la h] al parkue [corregida la k por una q] Cultura en esos días que estuvimos sin escuela […]. (49)



Dicha intervención de quienes al cargo de los niños y niñas estaban puede también intuirse en el uso de ciertas fórmulas y consignas ideológicas, así como en determinadas referencias a la guerra de España y a los dirigentes comunistas. La presencia de la propaganda inundó el mundo infantil e hizo que los niños y niñas participaran activa o pasivamente en la contienda. La participación pasiva se materializó en el empleo que se hizo de la imagen de la infancia con fines ideológicos. Carteles con niños y niñas muertos, heridos, abandonados, tristes o hambrientos llenaron las paredes, las páginas de la prensa y de los folletos, fueron portada de revistas, protagonizaron tarjetas postales y sellos benéficos. Las cámaras recogieron la desgracia de la infancia española y los cines proyectaron en todo el mundo cómo el enemigo (para cada cual el que fuera) maltrataba y se aprovechaba de la infancia española. De entre las formas de la participación activa la escritura infantil fue, sin duda, la más practicada. Los escritos y dibujos de los niños y niñas españoles fueron utilizados por parte de los dos bandos en liza para granjearse apoyos, conseguir ayudas económicas o denunciar al contrario.(50)



Nosotros los niños Españoles fuimos evadidos de España por causa del fascismo; nos trajeron al país del Socialismo en el cual nos acogieron con gran entusiasmo [...].(51)

“La alegría que me a impresionado a sido el desfile de la Plaza Roja ha sido en ver todas esas fuerzas que pasaron por delante de nosotros la emoción y la impresión que nos a dado y nosotros nos estabamos diciendo. ¿Si esto estaria en España qué alegria nos iba a causarnos? La guerra ya estaria ganada por nuestros heroicos combatientes”.(52) Contando mi llegada a la Unión Soviética, tengo que agregar nuestra acogida y recibimiento por los pioneros que descansaban en Artek. Al entrar nuestro coche, todos los pioneros que colocados a los lados de la caretera se encontraban hasta los pabellones donde nos residieron, nos acogian con gran entusiasmo y alegria tirandonos al coche flores y gritando unas consignas que aunque no las comprendiamos veiamos que nos lo decian con gran satisfacción por ver que eramos los hijos del pueblo español el que se libraba del fascismo para poder ser tan felices como lo son ellos. (53)



La extensión de las redacciones oscila entre una (las más breves) y tres páginas, aunque la media es de dos. Como hemos advertido líneas arriba todas las redacciones fueron compuestas en torno a dos temas que conformaron el esquema que guió las mentes y manos infantiles: las impresiones al llegar a tierras soviéticas y lo que más les gustó a los pequeños evacuados de su nuevo país. Así, respetando dicho esquema de composición, aunque no su orden, los alumnos y alumnas dividieron en dos partes sus redacciones; división que muchos señalaron con determinadas fórmulas de inicio y también gráficamente, al emplear títulos distintos para cada una de las partes en cuestión o simplemente al cambiar de página.  Descendiendo al contenido, las partes de las redacciones en que se narraron la llegada y el recibimiento del pueblo ruso nos informan de la procedencia de sus autores y autoras. Aunque todos asistían a la misma escuela y vivían en la misma Casa, no todos llegaron en el mismo momento a Rusia. Algunos, como Amelia B. de Quirós, formaron parte de la primera expedición oficial organizada por el Ministerio de Instrucción Pública y compuesta por un total de entre 72 y 88 niños y niñas, que salió de Valencia a bordo del buque mercante Cabo de Palos el 21 de marzo de 1937 y llegó a Yalta (Ucrania) el día 28. Después de pasar el verano en un balneario de un pueblo cercano, Artek (Crimea), a orillas del Mar Negro, fueron trasladados a Moscú, donde inauguraron la que sería la primera Casa de Niños Españoles en la Unión Soviética. Otros, sin embargo, como Vicente Delgado, pertenecieron a la segunda expedición, dirigida por el gobierno vasco de Aguirre. Un total de 4.500 niños embarcaron en la madrugada del 13 de junio de 1937 (pocos días antes de la caída de Bilbao) en el puerto de Santurce rumbo al puerto de Pauillac (Burdeos) en el famoso trasatlántico Habana, símbolo por excelencia del exilio español,(54) de los que alrededor de 3.000 se quedaron en suelo francés o continuaron viaje a Inglaterra, en función del destino correspondiente. Los 1.495 restantes, en su mayoría vascos, llegaron a Leningrado a bordo del buque Sontay el 22 de junio de 1937.



Qué gran alegría esperimenté cuando pisamos por primera vez tierra rusa el dia 30 de Marzo en el pueblo de Yalta (Crimea) a nuestra yegada a Rusia. El dia era muy hermoso tenia yo una gran satisfacción, la yegada nuestra fue acogida con gran cariño de todos los camaradas rusos fuimos recibido con la internacional que juntos la cantamos rusos y españoles. Una vez que bajamos del barco “Cabo Palos” yo esperimenté un poco de tristeza por dejar el barco pues era el único pedazo que puedo decir de tierra española que teniamos. Después de unas horas de viaje en auto yegamos al campamento de Artek donde fuimos espléndidamente recibidos por los pioneros rusos que ya nos esperaban […].(55)

Hemos dejado nuestra querida Patria, nuestro barco nos va alejando de las tragedias de la guerra, y enfila su proa hacia el país del proletariado. Después de un viaje bastante penoso llegamos al puerto de Leningrado, barcos, vaporcitos, y toda clase de embarcaciones salieron a recibirnos, el pueblo soviético nos aclama con gran entusiasmo, parece ser que esto es una continuidad de nuestra España. Es de noche cuando nuestro barco amarra al muelle, grandes reflectores nos alumbran; todos los niños estamos en la cubierta del buque, cantamos la “Internacional”, todos los pioneros rusos nos acompañan en este canto de todos los proletarios. ¡Qué emoción, ¡que alegría al pisar por primera vez tierra soviética, vamos en línea por el muelle, a ambos lados la muchedumbre nos aclama con entusiasmo, qué satisfacción sentíamos al oir dar vivas a nuestra querida España […]. Al finalizar la estación veraniega hemos dejado las hermosas orillas del Mar Negro donde habíamos estado descansando, y nos hemos trasladado a la capital moscovita. (56)



Si bien, como hemos explicado, en la primera parte de las redacciones los niños y niñas se centraron en recordar cómo fue el recibimiento del que fueron objeto a su llegada a tierras soviéticas, como reflejan los dos testimonios que acabamos de citar; en la segunda contaron las visitas a distintos edificios de Moscú y la asistencia a diferentes actos oficiales que disfrutaron una vez que se encontraban ya en la capital, instalados en su destino definitivo y a punto de comenzar el nuevo curso escolar. Todos coincidieron en la enumeración de las actividades realizadas, tales como el verano pasado en el campamento de Artek o las visitas al Mausoleo de Lenin, al metro de Moscú, a un aeródromo militar, al Gran Teatro, al Kremlin o al Museo de la Revolución rusa, si bien unos destacaron unas y otros resaltaron más otras, en función de sus gustos y sensibilidades personales.



[...] lo que más me gustó de sus posesiones es el hermoso campamento de Artek situado a las orillas del mar negro donde es completa la felicidad de los niños por sus fiestas de hogeras, por el clima de verano y por el mar donde hemos pasado ratos muy divertidos.57 […] lo que mas me a yamado la atención entre todos los monumentos de Moscu a sido la gran obra del Metro, el metro es una cosa como yo nunca le he visto en mi vida, sobre todo la estación Kiefskaya, hecha por las jubentudes comunistas en un año y que es la mejor.58 La impresión que más me causó fue la visita a un campo de aviación donde había aviones cuatrimotores capaces de sembrar el terror solamente con verlos. Los monumentos que más me gustaron fueron: una estatua de Lenin, situada en ese mismo campo, señalando al cielo el gran poder de la URSS.59 Otra gran impresión me causó la visita que hicimos al Mausoleo de Lenin, cosa nunca vista por nosotros, en la cual vimos al camarada Lenin, tumbado dentro de una caja de cristal, a cada lado del cadáver se encontraba un soldado del Ejército Rojo con un fusil, al cuidado de el. (60)



Del mismo modo, los niños y niñas españoles recogieron en las redacciones su participación en distintos actos, de entre los cuales destacaron las fiestas en los palacios de los pioneros y, fundamentalmente, la asistencia al gran desfile que cada 7 de noviembre se celebraba en la Plaza Roja de Moscú para conmemorar la Revolución rusa. El año en que se encontraban allí los menores españoles fue especialmente festejado, puesto que se celebraba el XX Aniversario: “hemos visto grandes fiestas en la plaza roja -escribía Pilar Álvarez- pero la que más nos a gustado es la del 7 de Noviembre fecha en que cumple los veinte años en que este pais está gobernado por los obreros y campesinos”.(61)

Los niños y niñas españoles quedaron impresionados ante la cantidad de armamento, la disciplina de las tropas y la presencia de los grandes líderes del país, como el propio Stalin o los camaradas Vorochilov, Molotov o Kalinin.



Tambien me dio una gran impresión el XX aniversario de la gran Revolución Rusa estuvimos en la Plaza Roja, tanques, aviación, este gran desfile, del Ejército, estuvo dirigido bajo el comando del mariscal del Ejército Rojo, el camarada Borochilob, Buyonif y en la Presidencia se encontraba el camarada Stalin, junto con los camaradas Kalinin, Molotob y diferentes miembros del Gobierno Soviético.(62)

En esta demostración vimos tanques aviación y el heroico ejercito rojo que pose la Union Sovietica y al mando de ellos los queridos camaradas Vorosibov y Bullodni dandoles un emocionante saludo en su XX aniversario. En la tribuna se encontraba el camarada Stalin y otros miembros del gobierno. (63)



Las redacciones, además de su ejemplar presentación y su esquema compositivo, tienen en común el empleo de un lenguaje laudatorio con respecto al país que les acogió y a las autoridades soviéticas que les libraron del peligro y los horrores de la guerra. Los niños y niñas españoles hicieron referencia en sus escritos a las comodidades y privilegios de que fueron objeto, así como al cariño constante que recibieron: “nos cuidaron muy bien -escribió Miguel Pascual acerca de los meses pasados en Artek- como si fueramos sus mismos hijos teniamos todas clases de diversiones y juegos y todo lo que nos hacia falta […], aqui en Moscu nos han dado una casa que nos gusta mucho y es una de las mejores de Moscu”. (64)

Ese trato tan cercano y la satisfacción de saberse queridos y protegidos les ayudó a recuperarse de los momentos difíciles vividos en España y les hizo sentirse como en casa: “En fin -concluye su escrito Charito Bruno- a mi me parece que tan rodeada estoy de cariño que me siento como en una segunda patria”. (65)

Las descripciones de la llegada y el recibimiento, al igual que las referidas a los monumentos y celebraciones más emblemáticas de Rusia, aparecen así acompañadas de epítetos que indican generosidad, grandiosidad, majestuosidad, felicidad y abundancia. Todo ello posibilitó apartar la tristeza que desde la salida y el abandono de sus hogares y sus familias teñía la vida infantil y hacer olvidar, aunque nunca del todo, la guerra por la que lo habían perdido todo:



Esta es la primera y mejor impresión que nos produjo este gran pueblo del proletariado Mundial -escribió Pilar Álvarez al contar el recibimiento en Yalta- que fue la preferida porque en aquellos momentos eramos sumamente felices. (66)

Todas las demostraciones de cariño con que nos acogió el pueblo soviético nos hizo olvidar, por el momento, todos los sufrimientos que habíamos padecido en España. (67)

Nuestra llegada a Leningrado me impresionó tanto porque después de venir agotados de España por la metralla fascista fuimos recibidos con los brazos abiertos y cariñosos saludos, buenas duchas, sanatorios de reposo y buenas escuelas para estudiar. (68)



Las redacciones que los niños y niñas españoles evacuados a la Unión Soviética escribieron aquella mañana del 13 de enero de 1938 para el inspector Ballesteros no debemos concebirlas como producciones aisladas, pues forman parte de la elaboración consciente de un discurso concreto. Aunque escritas por los menores españoles, las opiniones, sensaciones e ideas de los adultos están presentes, pues fueron ellos quienes mediatizaron todo mensaje escrito. No había lugar para la neutralidad ideológica, ni tan siquiera para la infancia. Dicho discurso, del que los niños y niñas participaron sin remedio, tuvo su propia retórica y sus propios intereses; respondió a unos fines específicos, que fueron los de defender la legalidad republicana, acusar al fascismo de sus crímenes (incluido el de provocar que la infancia española tuviera que abandonar su país) y sacralizar al “país del proletariado y del socialismo”, cuyo modelo había que imitar y venerar.  El lenguaje de la deuda estuvo siempre presente en esta infancia exiliada que con el tiempo escribió sus recuerdos y contó sus experiencias. Las redacciones representan ese primer estadio de génesis de dicho lenguaje, que con los años se fue perfilando y consolidando. En ellas se recogieron esas primeras impresiones de unos niños y niñas que vieron materializadas sus expectativas (o las de sus mayores, lo que éstos les habían contado, les habían prometido) en un país en el que fueron protagonistas y recibieron todos los homenajes habidos y por haber. En tierras rusas se cumplieron muchos de sus sueños e ilusiones; pero también se hizo palpable la más cruda realidad: que ese cariño y esa bondad del pueblo ruso que cambió su vida para siempre y que tantas cosas les había dado cuando no tenían nada nunca les devolvería ni a sus padres, ni a su España, ni a su infancia.








Nota biográfica redactada por el maestro José Manuel Arregui Calle. [Pravda], sin fecha.












Redacción de Amelia B. de Quirós (5º grado). Moscú, 13 de enero de 1938










  Redacción de Luis Aranaga. Moscú, 13 de enero de 1938.








AUTORAS



María del Mar del Pozo Andrés es Profesora Titular de Teoría e Historia de la Educación y Directora del Departamento de Psicopedagogía y Educación Física de la Universidad de Alcalá. Actualmente es Secretaria de la Sociedad Española de Historia de la Educación (SEDHE) y miembro del Comité Ejecutivo de la International Standing Conference for the History of Education (ISCHE)

E-mail: sjaakmar@adv.es



Verónica Sierra Blas es Doctora en Historia (2008) y trabaja como profesora en la Facultad de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alcalá. Es la coordinadora de la revista internacional Cultura escrita & Sociedad, del Seminario Interdisciplinar de Estudios sobre Cultura Escrita (SIECE) y de la Red de Archivos e Investigadores de la Escritura Popular (RedAIEP).

veronica.sierra@uah.es.








Notas a pie de página


1 El presente trabajo fue presentado como ponencia en el Congreso Internacional Quaderni di Scuola. Una fonte complessa per la Storia delle cultura scolastiche e dei costumi educativi tra Ottocento e Novecento

2 Borrador de la charla radiofónica de Antonio Ballesteros Usano “Los niños españoles en la URSS”, programada para ser emitida el 1 de febrero de 1938.

3 Sobre Antonio Ballesteros Usano remitimos a las referencias que sobre el mismo y su trayectoria profesional aparecen en Teresa Marín Eced, Innovadores de la Educación en España

4 Acerca del exilio infantil español durante la Guerra Civil pueden consultarse las obras (todas ellas de referencia obligada) de Yvonne Cloud, The basque children in England. An account of their life at North Stoneham Camp, Londres, Victor Gollancz Ltd 1937; Gregorio Arrien, La generación del exilio. Génesis de las escuelas vascas y las Colonias Escolares (1932-1940), Bilbao, Colectivo Pedagógico ONURA 1983 y Niños vascos evacuados en 1937. Álbum histórico, Bilbao, Asociación de Niños Evacuados el 37 1988; Dorothy Legarreta, The Guernica Generation. Basque Refugee Children of the Spanish Civil War, Reno (Nevada), University of Nevada Press 1984; Dolores Pla Brugat, Los niños de Morelia, México D. F., Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) 1985; L´ Hebergement des enfants de la guerre d´Espagne en Belgique, Bruselas, Federación de Asociaciones de Enseñanza y Centros españoles en Bélgica 1992; Pierre Marques, Les enfants espagnoles réfugiés en France (1936-1939), París, edición del autor 1993; Emilia Labajos Pérez y Fernando Vitoria-García, Los niños españoles refugiados en Bélgica, 1936-1939, [1994] Valencia, Asociación de los niños de la guerra de Namur 1997; Jesús J. Alonso Carballés, 1937. Los niños vascos evacuados a Francia y a Bélgica. Historia y memoria de un éxodo infantil, 1936-1940, Bilbao, Asociación de Niños Evacuados el 37 1998; Xavier García Argüello, El mar de la libertad. Breve crónica de las evacuaciones de niños vascos durante la Guerra del 36, Bilbao, Asociación de Jubilados Evacuados de la Guerra Civil y Ayuntamiento de Bilbao 2002; El exilio de los niños. Catálogo de la exposición, dirigido por Alicia Alted, Roger González y María José Millán, Madrid, Fundación Pablo Iglesias y Fundación Largo Caballero 2003; Eduardo Pons Prades, Los niños republicanos. El exilio, Madrid, Oberon 2005; y Los niños de la Guerra. Diciembre de 1937. La Guerra Civil española mes a mes, Madrid: Unión Editorial, 2005 [Biblioteca El Mundo, 20].

5 En lo que se refiere al caso concreto del exilio infantil a la URSS durante la Guerra Civil española nos hemos basado en los trabajos de Enrique Zafra, Rosalía Crego y Carmen Heredia, Los niños españoles evacuados a la URSS (1937), Madrid, Ediciones de la Torre 1989; Alicia Alted, Encarna Nicolás Marín y Roger González Martell, Los niños de la guerra de España en la Unión Soviética. De la evacuación al retorno (1937-1999), Madrid, Fundación Francisco Largo Caballero 1999; Susana Castillo Rodríguez, Memoria, educación e historia: el caso de los niños españoles evacuados a la Unión Soviética durante la guerra civil española, Madrid, Universidad Complutense de Madrid 1999 (edición digital); y Marie Jose Devillard, Álvaro Pazos, Susana Castillo y Nuria Medina, Los niños españoles en la URSS (1937-1997): narración y memoria, Barcelona, Ariel 2001. Algunos testimonios de los protagonistas de estas expediciones infantiles a Rusia pueden encontrarse en las memorias de Tatiana Pérez (pseudónimo de Josefina Pérez Sacristán): Memorias de Lara, Madrid, Editorial Magisterio Español 1977; Milagros Latorre Piquer, De niña española a mujer en la URSS, en Nuevas raíces. Testimonios de mujeres españolas en el exilio, México D. F., Joaquín Mortiz 1993, pp. 61-113; Nosotros lo hemos vivido. Homenaje de los «Niños de la Guerra Española al Pueblo Ruso», Madrid, El Retorno, Imprenta Garso y Ministerio de Asuntos Sociales 1995; José Fernández Sánchez, Memorias de un niño de Moscú. Cuando salí de Ablaña, Barcelona, Planeta 1999; Virgilio de los Llanos Más, ¿Te acuerdas tovarisch…? (Del archivo de un «niño de la guerra»), Valencia, Institució Alfons el Magnánim y Diputaciò de València, 2002; y Bernardo Clemente del Río Salceda, 20.000 días en la URSS. Recuerdos, descubrimientos y reflexiones de un niño de la guerra, Madrid, Fundación Largo Caballero y Entrelíneas Editores 2004

6 Acerca de los aviadores españoles que fueron a formarse a Rusia véase Juan Blasco Cobo, Un piloto español en la URSS, Madrid, Antorcha 1960. Sobre la intervención de Rusia en la Guerra Civil española y la política de Stalin en estos años, entre otras obras y manuales que tratan la internacionalización del conflicto, véanse David C. Cattell, Soviet Diplomacy and the Spanish Civil War, Berkeley, University of California Press 1957; Ángel Viñas, El oro de Moscú. Alfa y omega de un mito franquista, Barcelona, Grijalbo 1979; John Patrick Whiteley, The intervelations of Soviet foreign policy and the Spanish Civil War, Ann Arbor, Michigan University Press 1985; Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo, Queridos Camaradas. La Internacional comunista y España, 1919-1939, Barcelona, Planeta 1999 (especialmente la tercera parte: “La Comintern y la guerra de España”); Enrique Moradiellos, El reñidero de Europa. Las dimensiones internacionales de la Guerra Civil española, Barcelona, Península 2001; Pablo Martín Aceña, El oro de Moscú y el oro de Berlín, Madrid, Taurus 2001; Ronald Radosh, Mary R. Habeck y Grigory Sevostianov, España traicionada. Stalin y la guerra civil, Madrid, Planeta 2002; Stanley G. Payne: Unión Soviética: comunismo y revolución en España, Barcelona, Plaza & Janés 2003; y Daniel Kowalsky, La Unión Soviética y la Guerra Civil española. Una revisión crítica, [2003] Barcelona, Crítica 2004.

7 Susana Castillo Rodríguez: Educación, memoria e historia…, op. cit., p. 280; y Julio Martín Casas y Pedro Carvajal Urquijo, El exilio español, [2002] Barcelona, RBA Editores 2005, p. 27.

8 Bernardo Clemente del Río Salceda, 20.000 días en la URSS…, op. cit., pp. 46-47.

9 Para más información acerca de la educación soviética en el primer tercio del siglo XX remito a George Z. F. Bereday, Política de la educación soviética, Barcelona, Lumen 1965; Octavio Fullat, La educación soviética, Barcelona, Nova Terra 1972; Larry E. Holmes, The Kremlin and the Schoolhouse. Reforming Education in Soviet Rusia, 1917-1931, Bloomingtom e Indianápolis, Indiana University Press 1991; E. Thomas Ewing, The Teachers of Stalinism: Policy, Practice and Power in Soviet Schools of the 1930´s, Nueva York, Peter Lang 2002; y Jochen Hellbeck, Fashioning the Stalinist Soul: The Diary of Stepan Podlubnyj (1931-1939), en “Jahrbücher für Geschichte Osteuropas”, vol. 44, nº 3, 1996, pp. 344-373; y Dorena Caroli: Russian and Soviet Schooling: Educational Legacies, Institutional Reforms and National Identities en “History of Education and Children´s Literature”, III/1, 2008, pp. 283-304. Sobre Anton Makarenko, véase Anton Makarenko. Su vida y labor pedagógica, dirigido por Alexandra Kudryashova, Moscú, El Progreso, 1975. Algunas de sus obras fundamentales son Anton Makarenko, Banderas en las torres, Barcelona, Planeta 1977; La educación infantil, Madrid, Nuestra Cultura 1978; Colectividad y educación, Moscú, Nuestra Cultura 1979; y Poema pedagógico, Madrid, Akal 1980. La primera y la última de estas obras citadas son historias noveladas de la vida en las colonias fundadas por él en Rusia. De Nadežda Konstantinovna Krupskaja puede consultarse La educación comunista. Lenin y la juventud, Madrid, Nuestra Cultura y Mano y Cerebro 1978

10 María Encarna Nicolás Marín, “Los niños españoles en la Unión Soviética”, en El exilio de los niños…, op. cit., p. 151.

11 Dorena Caroli, Ideali, ideologie e modelli formativi. Il movimento dei Pioneri in Urss (1922-1939), Milán, Unicopli 2006, pp. 12-13.

12 Cfr. Dorothy Legarreta, The Guernica Generation…, op. cit., p. 82.

13 Borrador de la charla radiofónica de Antonio Ballesteros Usano…, doc. cit.

14 Sobre la participación de los españoles en la “Gran Guerra Patria” véanse Juan Negro Castro, Españoles en la URSS, Madrid, Escelier 1959; Antonio Vilanova, Los olvidados. Los exiliados españoles en la Segunda Guerra Mundial, París, Ruedo Ibérico 1969 (especialmente en el capítulo titulado “Los combatientes”, pp. 479500); Eusebio Cimorra, Isidro R. Mendieta y Enrique Zafra: El sol sale de noche. La presencia española en la Gran Guerra Patria del pueblo soviético contra el nazifascismo, Moscú, Progreso 1970; Roque Serna, Heroísmo español en Rusia, 1941-1945, Madrid, edición del autor, 1981; En memoria de los combatientes y niños españoles muertos junto al pueblo ruso con motivo de la Segunda Guerra Mundial, 1941-1950, Madrid, Fundación Nostalgia 2000; y Daniel Arasa, Los españoles de Stalin, Barcelona, Belaqvua 2005. Algunos testimonios de combatientes españoles del Ejército Rojo y la guerrilla soviética son José Antonio Rico, Bajo los dominios del Kremlin, México, Atlántico 1950; Vicente Monclus Guallar, 18 años en la URSS, Buenos Aires, Claridad 1959; y Josep Gros, Relatos de un guerrillero comunista español, París, Librairie du Globe 1971.

15 Luis Suárez Fernández, Franco y la URSS, Madrid, Rialp 1987, pp. 115132.

16 Alicia Alted Vigil, “Le retour en Espagne des enfants évacués pendant la guerra civile espagnole: la Délégation extraordinaire au repatriement des mineurs (1938-1954)”, en Enfants de la guerre civile espagnole. Vécus et répresentations de la gèneratios née entre 1925 et 1940, París, L´Harmattan, Fondation Nationale des Sciences Politiques y Centre d´Historire de l´Europe du Vingtième Siécle (CHEVS) 1999, pp. 47-59. Para más información véase Ricard Vinyes, Montse Armengol y Ricard Belis, Los niños perdidos del franquismo, Barcelona, Plaza & Janés y Televisió de Catalunya 2002.

17 Jesús J. Alonso Carballés y Miguel Mayoral Guíu, La repatriación de “los niños del exilio”: un intento de afirmación del régimen franquista, 1937-1939, en El régimen de Franco. Política y relaciones exteriores (Congreso Internacional, Madrid, mayo 1993), dirigido por Javier Tusell, Susana Sueiro, José María Marín y Marina Casanova, Madrid, UNED 1993, tomo I, pp. 341-349; Jesús J. Alonso Carballés, El retorno de los niños vascos: desde la infancia a la edad tardía, en Retornos (De exilios y migraciones), dirigido por Josefina Cuesta Bustillo, Madrid, Fundación Largo Caballero 1999, pp. 289-318; Alicia Alted, Le retour en Espagne des enfants évacués pendant la guerra civile espagnole…, op. cit.; y Carmen González Martínez, En los pliegues de la memoria y la historia. Repatriaciones y retornos de los niños de la guerra, en El exilio de los niños…, op. cit., pp. 178-195.

18 Nota biográfica redactada por el maestro José Manuel Arregui Calle. [Pravda], sin fecha. AGCS, P. S. Barcelona, caja 87, expediente 21, documento nº 11.

19 Nota biográfica redactada por la auxiliar Soledad Reguero Álvarez. [Pravda], sin fecha. AGCS, P. S. Barcelona, caja 87, expediente 21, documento nº 13.

20 Las autobiografías del personal docente y auxiliar español que trabajó en las Casas de Niños y que no se han conservado en España se encuentran en el Archivo Estatal de la Federación Rusa (AEFR) de Moscú, fondo A-307, catálogo 2, expediente 398. Cfr. Alicia Alted Vigil, Encarna Nicolás Marín y Roger González Martell, Los niños de la guerra de España en la Unión Soviética…, op. cit., p. 108

21 Fueron muchos los periódicos que publicaron en sus páginas escritos infantiles durante la contienda con fines propagandísticos, cosa que hicieron también algunas revistas pedagógicas del momento. Igualmente, fue habitual encontrar impresas en distintos folletos letras infantiles, especialmente si éstos estaban destinados al sostenimiento de colonias escolares o a conseguir apoyo para distintos organismos asistenciales tanto españoles como extranjeros que se ocuparon de la infancia en plena guerra. Sobre este particular remitimos a Verónica Sierra Blas, Con el corazón en la mano. Cultura escrita, vida cotidiana y exilio en las cartas de los padres de los Niños de Morelia, en Antonio Castillo Gómez (dir.) y Verónica Sierra Blas (ed.), Mis primeros pasos. Alfabetización, escuela y usos cotidianos de la escritura (siglos XIX y XX), Gijón, Trea 2008, pp. 411-454; así como a la Tesis Doctoral de la misma autora, Letras huérfanas. Cultura escrita y exilio infantil en la Guerra Civil española, dirigida por el profesor Antonio Castillo Gómez y defendida en la Universidad de Alcalá en el mes de mayo de 2008. Ha sido publicada parcialmente en Verónica Sierra Blas, Palabras huérfanas. Los niños y la Guerra Civil española, Madrid, Taurus 2009.

22 Para un análisis en profundidad de dichas cartas desde la perspectiva de la Historia de la Cultura Escrita véase, igualmente, Verónica Sierra Blas, Letras huérfanas…, op. cit. Las misivas en cuestión se conservan también en el AGCS en las secciones Político-Sociales de Bilbao (cajas 5 y 206) y Santander (serie O, caja 51) y suman un total de 260.

23 Stéphane Michonneau, Les papiers de la guerre, la guerre des papiers. L´affaire des archives de Salamaque, en Lieux d´archive. Une nouvelle cartographie: de la maison au musée, dirigido por Philippe Artières y Annick Arnaud, dossier monográfico de la revista ”Sociétés et Représentations”, nº 19, 2005, p. 251.

24 Josep M. Figueres, La guerra del paper, en Joaquim Ferrer, Josep M. Figueres y Josep M. Sans i Travé, Els papers de Salamanca. Història d´un botí de guerra, Barcelona, Llibres de l´Índex 1996, p. 88.

25 Joan B. Culla y Borja de Riquer, Sobre l´Arxiu de Salamanca: algunes precisions i reflexions, en Guerres d´arxius. Història, Memòria i Política, dossier monográfico de la revista “L´Espill. Revista fundada per Joan Fuster”, segona època, nº 13, 2003, p. 73.

26 Joaquim Ferrer, La lluita parlamentària per la devolució, en Joaquim Ferrer, Josep M. Figueres y Josep M. Sans i Travé, Els papers de Salamanca…, op. cit., p. 13. Para más información acerca de los orígenes del Archivo General de la Guerra Civil de Salamanca remitimos a Angels Bernals, Miquel Casademont y Antoni Mayans, La Documentaciò catalana a Salamanca: un estat de la questio, 1936-2006, Barcelona, Associaciò d´Arxivers de Catalunya 2003; y Josep Cruanyes, Els papers de Salamanca. L´espolicaciò del patrimoni documental de Catalunya (1938-1939), Barcelona, Ediciòns 62 2003.

27 Vicente Castro y Legua, Procedimiento de escritura en “La Escuela Moderna”, II, núm. 13, abril de 1892, p. 258.

28 Semana Pedagógica de Don Benito. Del 10 al 16 de junio de 1934, Imprenta La Minerva Extremeña, Badajoz 1934, p. 49.

29 Ángel Llorca y García, La enseñanza de la Lectura y Escritura en “La Escuela Moderna”, X, núm. 113, agosto de 1900, p. 132

30 Su labor pedagógica, Fundación Horaciana de Enseñanza, Barcelona 1910, p. 4

31 José María Azpeurrutia, La redacción en la escuela primaria, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Madrid 1924, p. 274. 

32 Francisco Díaz Lorda, Lo que debe ser el ejercicio de redacción literaria en la escuela primaria, Cádiz 1922, p. 8; Archivo de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), D-33.

33 Ibidem, pp. 12-13.

34 Pedro A. Gómez Lozano, Mi escuela activa, Compañía General de Artes Gráficas, Madrid 1933, pp. 245-246.

35 Restituto Vallejo González, Plan de enseñanza de la Escuela Nacional de Niños de Treceño, Ayuntamiento de Valdaliga, provincia de Santander, Treceño (Santander) 1926, p. 29; Archivo JAE, V-7.

36 David Bayón, La escuela Baixeras, de Barcelona en “Escuelas de España”, núm. 2, abril de 1929, pp. 27-73.

37 Antonio Ballesteros y Usano, Para el perfeccionamiento del magisterio. La organización del trabajo en la escuela unitaria en “Revista de Pedagogía”, núm. 88, abril de 1929, pp. 162-169 y Antonio Ballesteros y Usano, La preparación del trabajo en la escuela, Publicaciones de la Revista de Pedagogía, Madrid 1935, p. 84

38 María de Maeztu y María Goyri, Del Instituto-Escuela de Segunda Enseñanza de Madrid. Enseñanza y Métodos en “La Escuela Moderna”, XXXVI, núm. 417, p. 423.

39 Lorenzo Jou y Olió, El trabajo escolar. El pequeño diario de unos niños en “La vida en la escuela”. Sup. a la “Revista de Pedagogía”, 1, núm. 2 y núm. 3, febrero y marzo de 1924, pp. 11-12 y 19-21 y Pedro Arnal, Los cuadernos escolares en “Revista de Pedagogía”, V, núm. 54, 1926, pp. 250-252.

40 Tomás Cozcolluela Segura (maestro de El Monjes, Barcelona), El lenguaje en nuestra escuela en “Revista de Pedagogía”, núm. 150, junio de 1934, p. 258.

41 J. P. C. Cuaderno de Trabajos de Vacaciones. Grado Medio, Dalmáu Carles Pla, Gerona 1933, p. 31. Las transcripciones de las redacciones las hemos realizado respetando el texto original.

42 Normes Generals de Treball Escolar en “Butlletí dels Mestres”, X, núm. 171, 1938, pp. 148-151.

43 A. Vera, Realidades Escolares en “Revista de Educación Hispánica”, núm. 3, 1937, p. 59.

44 Ibidem, pp. 60-61.

45 Cuaderno escolar del niño José Martín Matute, de las Comunidades Familiares de Educación, El Perelló (Valencia), 4 a 27 de agosto de 1937. En “Viejos papeles de Don Ángel Llorca”, PDF editado por la Fundación Ángel Llorca y el Ministerio de Educación y Ciencia, 2007. Sobre Ángel Llorca véase Ángel Llorca, Comunidades familiares de Educación. Un modelo de renovación pedagógica en la Guerra Civil, estudio introductorio de María del Mar del Pozo Andrés, Barcelona, Ministerio de Educación, Política y Deporte, Ediciones Octaedro 2008; y Ángel Llorca, Desde la escuela y para la escuela. Escritos pedagógicos y diarios escolares, edición de María del Mar del Pozo Andrés, Madrid, Biblioteca Nueva, Ministerio de Educación, Política y Deporte 2008.

46 Acerca de las características de la escritura infantil desde el punto de vista lingüístico y psicológico remitimos, a modo de ejemplo, a los estudios de Julián de Ajuriaguerra y otros, La escritura del niño. La evolución de la escritura y sus dificultades, [1964] Barcelona, Laia 1980, 2 vols.; La costruzione del testo scritto nei bambini, dirigido por Margherita Orsolini y Clotilde Pontecorvo, Florencia, La Nuova Italia 1991; Ana Teberosky, Aprendiendo a escribir, Barcelona, ICE Universitat de Barcelona y Editorial Horsori 1992; A concepção da escrita pela criança, dirigido por Mary A. Kato, Campinas (Brasil), Pontes 1992; Maria Bernadete Marques Abaurre, Raquel Salek Fiad y Maria Laura Trindade Mayrink-Sabinson, Cenas de adquisição da escrita. O sujeito e o trabalho com o texto, Campinas (Brasil), Mercado de Letras y Associação de Leitura do Brasil (ALB) 1997; José Escoriza Nieto y Carmen Boj Barberán, Psicopedagogía de la escritura, Barcelona, Ediciones de la Librería Universitaria 1997; Pilar Vieiro Iglesias, Manuel Peralbo Uzquiano y Juan Antonio García Madruga, Procesos de adquisición y producción de la lectoescritura, Madrid, Visor 1997; Emilia Ferreiro, Clotilde Pontecorvo, Nadja Ribeiro Moreira e Isabel García Hidalgo, Caperucita Roja aprende a escribir. Estudios psicolinguísticos comparativos en tres lenguas, Barcelona, Gedisa 1998; Emilia Ferreiro y Ana Teberosky, Los sistemas de escritura en el desarrollo del niño, [1979] Buenos Aires y México, Siglo XXI 2003; Psicopedagogía de la lengua oral y de la lengua escrita, dirigido por María José del Río Pérez y Ana Teberosky Coronado, Barcelona, Universitat Oberta de Catalunya 2003 (ejemplar mimeografiado); y Reflexões sobre práticas escolares de produção de texto. O sujeito-autor, dirigido por Gladys Rocha y Maria da Graça Costa Val, Belo Horizonte (Brasil), Autêntica, CEALE, FaE y UFMG 2005

47 Redacción de José Arrarás. Moscú, 13 de enero de 1938. AGCS, P. S. Barcelona, caja 87, expediente 17, documento nº 5. 

48 Redacción de Charito Bruno (5º grado). Moscú, 13 de enero de 1938. AGCS, P. S. Barcelona, caja 87, expediente 17, documento nº 6.

49 Redacción de Carmela Primo. Moscú, 13 de enero de 1938. AGCS, P. S. Barcelona, caja 87, expediente 17, documento nº 11.

50 El uso propagandístico de la infancia en la guerra ha sido estudiado, entre otros, por Stéphane Audoin-Rouzeau, La guerre des enfants, 1914-1918, [1993] París, Armand Colin 2004; y Antonio Gibelli, Il popolo bambino. Infanza e nazione dalla Grande Guerra a Salò, Turín, Einaudi 2005. Para el caso español pueden verse los trabajos de Juan Manuel Fernández Soria, Educación y cultura en la Guerra Civil (1936-39), Valencia, Nau Llibres 1984; y Alejandro Mayordomo y Juan Manuel Fernández Soria, Vencer y convencer. Educación y política. España, 1936-1945, Valencia, Universidad de Valencia 1993. Con respecto a la utilización de la cultura escrita infantil como arma propagandística en la Guerra Civil española y al uso de la imagen de la infancia en la cartelística bélica remitimos, a modo de ejemplo, a Tomás Pérez Delgado, La infancia en la cartelística republicana de guerra, “Historia de la Educación. Revista interuniversitaria”, nº 6, 1987, pp. 375-377; y A pesar de todo dibujan. La Guerra Civil vista por los niños. Catálogo de la Exposición (Madrid, 20 de noviembre de 2006 al 18 de enero de 2007), Madrid, Biblioteca Nacional de España y Fundación Winterthur 2006.

51 Redacción de Carmela Primo, doc. cit.

52 Redacción de María Pardo. Moscú, 13 de enero de 1938. AGCS, P. S. Barcelona, caja 87, expediente 17, documento nº 7.
53 Redacción de Pilar Álvarez (5º grado). Moscú, 13 de enero de 1938. AGCS, P. S. Barcelona, caja 87, expediente 17, documento nº 2.

54 Según Emilio Calle y Ada Simón, el Habana, de entre todos los barcos del exilio, fue el que mayor relación tuvo con las evacuaciones infantiles. Sobre el mismo véase el capítulo que le dedican en su libro Los barcos del exilio, Madrid, Oberón 2005, titulado “El primer llanto universal”, pp. 19-27.

55 Redacción de Amelia B. de Quirós (5º grado). Moscú, 13 de enero de 1938. AGCS, P. S. Barcelona, caja 87, expediente 17, documento nº 1.

56 Redacción de Vicente Delgado (6º grado). Moscú, 13 de enero de 1938. AGCS, P. S. Barcelona, caja 87, expediente 17, documento nº 3.

57 Redacción de Pilar Álvarez, doc. cit.

58 Redacción de Amelia B. de Quirós, doc. cit.

59 Redacción de José Fernández Sánchez (5º grado). Moscú, 13 de enero de 1938. AGCS, P. S, Barcelona, caja 87, expediente 17, documento nº 9

60 Redacción de Luis Aranaga. Moscú, 13 de enero de 1938. AGCS, P. S. Barcelona, caja 87, expediente 17, documento nº 4.

61 Redacción de Pilar Álvarez, doc. cit.

62 Redacción de Luis Aranaga, doc. cit.

63 Redacción de Pilar Álvarez, doc. cit.

64 Redacción de Miguel Pascual. Moscú, 13 de enero de 1938. AGCS, P. S. Barcelona, caja 87, expediente 17, documento nº 10.

65 Redacción de Charito Bruno, doc. cit.

66 Redacción de Pilar Álvarez, doc. cit.

67 Redacción de Vicente Delgado, doc. cit.

68 Redacción de José Arrarás, doc. cit.
 






LIBROS Y TESIS RELATIVOS AL TEMA



Enrique Zafra, Rosalía Crego y Carmen Heredia,
“Los niños españoles evacuados a la URSS (1937)”
Madrid, Ediciones de la Torre 1989

Alicia Alted, Encarna Nicolás Marín y Roger González Martell,
“Los niños de la guerra de España en la Unión Soviética. De la evacuación al retorno (1937-1999)” Madrid, Fundación Francisco Largo Caballero 1999

Susana Castillo Rodríguez,
“Memoria, educación e historia: el caso de los niños españoles evacuados a la Unión Soviética durante la guerra civil española”
Madrid, Universidad Complutense de Madrid 1999 (edición digital)

Marie Jose Devillard, Álvaro Pazos, Susana Castillo y Nuria Medina,
“Los niños españoles en la URSS (1937-1997): narración y memoria”,
Barcelona, Ariel 2001.

Tatiana Pérez (pseudónimo de Josefina Pérez Sacristán):
“Memorias de Lara”, Madrid, Editorial Magisterio Español 1977

Milagros Latorre Piquer,
“De niña española a mujer en la URSS”, en Nuevas raíces.

Joaquín Mortiz 1993, pp. 61-113;
Nosotros lo hemos vivido. Homenaje de los «Niños de la Guerra Española al Pueblo Ruso»,
Madrid,

“El Retorno”,
Imprenta Garso y Ministerio de Asuntos Sociales 1995

José Fernández Sánchez,
“Memorias de un niño de Moscú. Cuando salí de Ablaña”,
Barcelona, Planeta 1999

Virgilio de los Llanos Más,
“¿Te acuerdas tovarisch…?” (Del archivo de un «niño de la guerra»),
Valencia, Institució Alfons el Magnánim y Diputaciò de València, 2002;

Bernardo Clemente del Río Salceda,
“20.000 días en la URSS. Recuerdos, descubrimientos y reflexiones de un niño de la guerra”,
Madrid, Fundación Largo Caballero y Entrelíneas Editores 2004

María Encarna Nicolás Marín,
“Los niños españoles en la Unión Soviética”, en El exilio de los niños…, op. cit., p. 151

Virtudes Compañ Martínez
La española rusa
Tercera edición, Moscú 2016

Manuel Arce Torres
Memorias de Rusia   (Vivencias de un “niño de la guerra”)
Editorial Multipress, SA, 2009

María L. Fdez.
Memorias de una máquina de escribir de una niña de la guerra
Conceyalía Memoria Social del Ayuntamiento de Xixón  (Imprenta Grafymak SL)

Pablo Fdez Miranda
Pisaré sus calles nuevamente
Ediciones GPS

Nieves Cuesta Suárez
Simplemente mi vida
Ediciones Azucel