El 7 de enero de
1942 regresaba a España el primero de los niños exiliados a Rusia durante la
Guerra Civil. Es la historia de Celestino Fernández-Miranda, «el niño que
soñaba en bable y hablaba en ruso y castellano». Así le describe su propio
hijo, Pablo Fernández-Miranda, autor de la novela en la que cuenta sus
peripecias vitales y cuyo título, 'Pisaré sus calles nuevamente', hace
referencia a la canción de Pablo Milanés. Ayer fue presentada en la Antigua
Escuela de Comercio de Gijón, en un acto organizado por el Ateneo Jovellanos,
que contó también con la presencia de Tatiana Velázquez, del colectivo Los
niños de la guerra de Asturias.
Aquel niño
ovetense de once años se fue a pasar unos días en un campamento de verano en
Salinas, el 18 de junio de 1936. Sin embargo, a causa del cerco a Oviedo
durante la contienda civil, no volvería a reunirse con sus familiares hasta
cinco años y medio después: tras catorce meses en Salinas y ante la inminente
llegada de las tropas franquistas, se tomó la decisión de alejar a aquellos
niños de los peligros de la guerra. Embarcaron en El Musel y, en el caso de
Tino, pusieron rumbo a Rusia. Allí, recordaba el autor, recibieron un trato
mejor que el que recibían los propios niños soviéticos. Pero pronto se verían
afectados por las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial: hambre,
bombardeos y frío a treinta grados bajo cero. A pesar de todo ello, hay un
sentimiento común generalizado entre estos 'niños de Rusia', y es que todos
recuerdan aquellos días con cierta felicidad a pesar de las frustración de
estar lejos de su familia, porque se sentían cuidados, atendidos, y porque
estaban forjando amistades que durarían toda la vida.
Tino, tras ser
apresado en Finlandia cuando combatía voluntariamente en el Ejército soviético,
logra volver a España atravesando toda la línea del eje en plena Guerra
Mundial, desde Helsinki hasta Madrid. Toda una historia real que ahora se hace
ficción gracias al trabajo de su hijo.
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