miércoles, 14 de febrero de 2018

Visita a Armando Valdés y Luisina Vega


Con motivo de “el día de los enamorados”, 14 de febrero, y con unos días de antelación, exactamente el día 11, la Voz de Avilés y El Comercio de Gijón publican la historia de varias parejas de enamorados, en todo caso con personalidad propia, con cosas para contar, con cierto interés periodístico. Entre ellas el matrimonio integrado por Armando Valdés y María Luisa Vega, “niños de la guerra”.
El artículo llama poderosamente nuestra atención ya que no sabíamos del matrimonio, de su paradero en los últimos años, ni tan siquiera si vivían.
Ángel Lago y Nieves Cuesta, verdaderos sujetos protagonistas "in memorian" de este blog, tenían muchos y muy buenos amigos, pero casi se podría asegurar sin temor a equivocarse que Armando y Luisina eran de los más íntimos. Así pues, una vez conocida su ubicación, su actual estancia en una residencia ERA, gracias al artículo del periódico, acudimos a visitarlos en Pola de Laviana.
A continuación reproducimos parte del artículo publicado, lo que interesa a Armando y Luisa, pues de forma sucinta, pero clara y exacta, relata alguna circunstancia de la vida de estos dos niños de la guerra.









«Siempre fuimos yo  para ella y ella para mí»

Tampoco lo celebrarán Armando Valdés Ordieres (ovetense, 93 años) y María Luisa Vega González (gijonesa de La Calzada, 91), que atesoran una historia de película que los llevó a emigrar a Rusia huyendo de la guerra desde el puerto de El Musel cuando no eran más que unos niños. Toda una vida «con sus cosas buenas y sus cosas malas» que Armando cuenta desde la tremenda lucidez de sus ojos azules y mientras aparta las sopas de letras que se han convertido en su gran entretenimiento desde que ella ya no está del todo bien. «Alzheimer», susurra él, como hace cada vez que llega a un asunto delicado ahora que «cuidar de ella es todo lo que hace, siempre pendiente de su mujer», según cuentan los trabajadores de la residencia del ERA en Laviana, donde comparten la habitación 104. 


Armando y María Luisa

Empezar a quererse fue también algo mutuo. «Ella se fijó en mí y yo me fijé en ella y siempre fuimos yo para ella y ella para mí», recuerda Armando, que en aquella Rusia «donde había dificultades para todo, desde el racionamiento al frío de Siberia y los bombardeos», empezó a prepararse para ser perito industrial y a trabajar en una fábrica de motores a reacción, mientras que María Luisa estudiaba Geología. Y, entre clase y clase, los dos frecuentaban La Bielorrusa, un local en el centro de Moscú «que en los años cincuenta las autoridades rusas destinaron a los españoles» y, allí, en el baile, empezaron a arrimarse y cortejar. Se hicieron novios. Así que lo de casarse cayó por su propio peso y ella se encargó de informar a la familia en una carta en la que, entre detalles cotidianos, un poco temerosa del impacto de la noticia en Asturias, escribe: «En general todo sigue como siempre. La única noticia nueva es que me he casado el 15 de octubre con Armando. Soy muy feliz y estoy muy contenta. La madre igual va a estar descontenta que me casé, igual se va creer que es todavía temprano, que soy pequeña, vosotros diréis lo mismo, os adelanté a todos. Pero tener en cuenta que aquí la vida es muy diferente y más fácil, y además que ya tengo los 23 años encima. Vivimos muy bien y los dos contentos». Pero todo se torció solo un año después, cuando María Luisa dio a luz por cesárea a su primer hijo, Eduardo, que nació con graves problemas: «Los especialistas nos informaron de que sería sordomudo y fue un golpe muy duro». La vuelta a España, siete años más tarde, alivió en parte el sufrimiento del matrimonio, que por fin pudo abrazar a los suyos en la estación de Oviedo, y que poco después de tener a su segunda hija, sufrieron el mayor golpe de los posibles: «El fallecimiento de Eduardito a causa de un derrame cerebral. Tenía siete años». Pero, juntos, «con momentos mejores, peores y regulares», siguieron adelante. Ella, trabajando en casa. Él, en Ensidesa. Los dos, «socialistas y sin creencias religiosas, pero respetando a todo el mundo», vuelve a susurrar.  «Ella siempre fue mejor que yo, mucho más buena», resume Armando Valdés Ordieres la historia de un amor condensado en las dos alianzas que enseña, orgulloso, en su dedo anular. «Ella perdió la suya dos veces, así que ahora las llevo yo».




Emilia, viuda de José María Pais, de 92 años, amiga de los residentes del ERA y también niña de la guerra, aprovechó para visitar a sus viejos amigos de aquí y entrañables camaradas del pasado en la Unión Soviética.




Armando Valdés Ordieres





FOTOS ANTIGUAS


Armando Valdés en Moscú

Su hijo Eduardito nacido en Moscú

Valdés contempla a su hija Mª Loli nacida ya en Oviedo y a Avelino tercer hijo de Nieves


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