lunes, 14 de diciembre de 2009

Artículo en LA VERDAD: Vida de Nieves Cuesta








 13-12-2009
Joaquín Santos Mata


Nieves Cuesta. Pasajera del 'Stanbrook'


«Nunca olvidaré a aquellas personas acurrucadas en un ambiente de tristeza y miedo al que acompañaba un día gris y lluvioso»
MEMORIAS DE UNA NIÑA DE TRES GUERRAS

Nieves Cuesta acaba de escribir su libro de memorias 'Simplemente mi vida', que ve la luz publicado en Gijón por Ediciones Azucel dentro de la colección titulada 'Recuperación de la Memoria Histórica', integrada de momento por seis títulos más.

Desde su residencia en la localidad asturiana de Avilés nos abre en exclusiva ese corazón curtido para darnos el ejemplo de cuan ruines son los enfrentamientos bélicos que dejan un reguero de víctimas, mayoritariamente anónimas pero en cualquier caso siempre inocentes.

- ¿Cómo fue el recalar usted en Alicante?

- Yo era la mayor de seis hermanos y tenía sólo nueve años cuando estalló en Asturias la revolución de octubre de 1934 donde mi padre, que era minero, fue una de las muchas víctimas mortales de la represión. Como mi madre no podía hacerse cargo de todos sus hijos, a través del Socorro Rojo nos repartió a cuatro hermanos; las dos chicas llegamos a Alicante y los chicos a Alcoy. Al menos tuvimos la suerte de estar todos cerca.

- ¿Quién la acogió?

- El matrimonio formado por Antonio Guardiola y Estefanía Requena, ésta oriunda de Jumilla. No tenían hijos y él era un alto cargo comunista, regentaba la Bodega Alicantina, vivíamos al comienzo de la calle Pablo Iglesias, en el número dos, al lado de la avenida de Alfonso el Sabio. Y mi hermana marchó con otra familia al barrio de las Carolinas. Ellos fueron unos auténticos padres para mí.

- ¿Qué recuerdos guarda del Alicante de entonces?

- Yo no conocía el mar, venía de Ablaña en la montaña mierense y Alicante, con su luz y su sol, me pareció preciosa. Me llamaban cariñosamente la asturianita y al principio los recuerdos fueron agradables. Fui a una escuela que estaba en el barrio de San Blas, viví de cerca las Hogueras de San Juan donde recuerdo que me hacían bailar y acudía en verano con mis padres de acogida a los balnearios de la playa del Postiguet donde alquilaban una especie de cabina que tenía una escalera por donde bajábamos directamente al mar. Luego me matriculé en el Liceo Francés pero enseguida vino la guerra y entonces mis recuerdos son de las sirenas que anunciaban los bombardeos, de las huidas calle arriba para escondernos en el refugio del castillo de San Fernando, donde llegamos a pasar noches enteras. Vi muchas casas destruidas pero menos mal que ningún cadáver. Lo único bueno fue que mi madre había venido a Alicante a vernos y al estallar la guerra ya se tuvo que quedar allí.

Le vienen a la memoria algunos comercios de los alrededores de su casa que frecuentaba como la mercería El Porvenir, que aún existe, y aquella farmacia de Alfonso el Sabio que tenía unos azulejos publicitarios con unos niños que tanto le llamaban la atención y que creía perdidos. Al decirle que con la vuelta de la oficina de farmacia que fuera de Asunción Nicolau a su primitivo lugar, ha sido repuesto aquel mosaico de azulejería, se ha llevado una gran alegría porque es una imagen de su niñez.

- ¿Qué sucedió cuando la guerra terminaba?

- Pues imagínese, mi padre adoptivo ocupaba altos cargos en el comité provincial del Partido Comunista y vio que la única posibilidad de sobrevivir era huyendo. Me llevó con él, aquí quedaban mi madre y mis hermanos pero no quiso dejarme. Fuimos al puerto, allí se amontonaban miles de personas queriendo escapar, entre aquella multitud me perdí y menos mal que me encontré con un hermano suyo y conseguí que me subieran cogida de unas cuerdas a la cubierta del 'Stanbrook' que estaba abarrotada lo mismo que la bodega. No puedo olvidar a aquellas personas acurrucadas en un ambiente de tristeza y miedo al que acompañaba un día gris y lluvioso. Pensando en aquella gente he querido tomar del libro de Francisco Escudero Galante 'Pasajero 2048' el listado completo de todos los que nos acompañaron en aquella odisea y lo he incluido en mi obra.

- El vapor inglés 'Stanbrook' marchó rumbo a Orán y fue el último barco que salió con refugiados del puerto de Alicante.

- Sí, llegamos a Orán pero no nos dejaron desembarcar y nos tuvieron en cuarentena. Aquella espera hacinados resultó horrible. Al final, pudimos pisar tierra. A los hombres los llevaron a un campo de concentración y a las mujeres a una antigua cárcel abandonada. Padecimos muchísimas penurias. Y menos mal que como allí vivía una gran cantidad de españoles, muchos de ellos oriundos de Alicante, nos traían chocolatinas y lecha condensada. Por fin pudimos alojarnos mis padres y yo en una pensión hasta que un barco nos trasladó a Marsella y de allí a la Unión Soviética. Por cierto que a Antonio Guardiola, mi padre de acogida, el partido lo mandó enseguida a misiones políticas en Latinoamérica y acabó casándose con una uruguaya y formando una nueva familia, Su primera mujer acabaría en su Jumilla natal donde murió.





- ¿Cómo fue su experiencia en tierras rusas?

- La verdad es que nos trataban de una manera especial. Empezaron ubicándome en una colonia para niños españoles exiliados en 1937 que había en Jarkov, Ucrania. Después estuve en Stalingrado pero en plena guerra mundial y con Hitler queriendo tomar esta ciudad y librándose una batalla terrible, me enviaron a Ufa. Cuando se expulsó a los nazis en 1944 pude establecerme en Moscú. Yo tenía entonces apenas diecinueve años y hágase idea de qué juventud la mía, huyendo de guerra en guerra.

- Pero a partir de entonces comenzaría una nueva vida.

- Pues sí porque tuve la oportunidad de estudiar Medicina o Técnico de Ferrocarriles pero no me veía como médico y opté por lo otro. Acabé y trabajé un año porque me matriculé en la facultad de Pedagogía y me licencié en Idiomas, concretamente en inglés y español, sabiendo además, lógicamente, el ruso. Pero muy joven aún, en 1948 me casé con un paisano, Ángel Lago, que era perito mecánico y trabajaba en una fábrica de motores de aviación. Tuve en Moscú dos hijos, Francisco y Ángel y no me podía quejar aunque sentía nostalgia de mi tierra. Escribía cartas a la familia que llegaban muy tarde, vía Francia, porque no había correo directo.

- ¿Y cómo fue poder retornar a España?

- Por mediación de la Cruz Roja que se encargó de los trámites. Era el año 1958, tenía a mis niños con cinco y ocho años, quería qiuedarme en Alicante que siempre ha sido mi ilusión. Pero no pudo ser. Estuvimos buscando algún empleo también por Alcoy donde mi madre trabajaba en la famosa fábrica de papel de fumar 'Bambú' pero mi marido sólo encontraba algo en pequeños talleres mecánicos y era una persona muy cualificada. Entonces nos enteramos de que en Avilés se había creado una gran siderurgia, ENSIDESA y para allá marchamos. No le convalidaban sus estudios técnicos pero por su capacitación y al estar acostumbrado a la disciplina soviética, lo cogieron y nos dieron una casa en la colonia de los empleados de la empresa donde empezó trabajando de tornero para llegar más adelante a jefe de taller.

- ¿Usted qué hacía por entonces?

- Yo, de ama de casa. Tuve aquí otro hijo, Avelino, y entonces no eran muchas las mujeres que trabajaban fuera.

- ¿ Le tentó meterse en política?

- Calle, calle. Nosotros éramos unos sospechosos por venir de Rusia, así que nos dedicamos a lo nuestro y punto. Vivimos algo asustados y al margen de la política.

- ¿Viene mucho por Alicante?

- Mire, mi marido murió hace año y medio y un hermano, empresario textil de Alcoy, hace unos meses. Eso te hace cambiar la visión de las cosas. He ido a menudo a ver a toda mi familia que quedó ahí en el 39. Ahora me cuesta pero la echo de menos. Y a lo mejor cojo el tren en Gijón un día y voy para allá. Me encanta pasear por Alicante.

Y lo dice quien tuvo tan amargas experiencias en esta ciudad que han quedado reflejadas en este su libro 'Simplemente una vida' que daría para una película de ausencias y reencuentros, de tristezas y alegrías, de desolación y esperanza, de pérdidas y hallazgos. Lo que fue la supervivencia de los niños de la guerra, hijos del dolor y el sufrimiento.

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