Juan Antonio Rodríguez, 'Ania el Ruso', el niño de la guerra que no quiso serlo
Artículo publicado por El Mundo el 10 de enero de 2007
de ISABEL MUNERA
MADRID.- Prefería su apodo 'Ania el Ruso' a su auténtico nombre, Juan Antonio Rodríguez. Pese al transcurso del tiempo, este asturiano nunca pudo olvidar la larga temporada que pasó en Rusia —para él seguía siendo la Unión Soviética— después de que su infancia se quebrara tras el estallido de la Guerra Civil.
Como otros muchos niños de su edad, Ania perdió a su padre en el frente. Su madre también había muerto y un tío se hizo cargo de la familia. La situación comenzaba a empeorar y decidió apartar a los cuatro niños menores de los peligros de la guerra. La madrugada del 23 de septiembre de 1937, los pequeños subieron a bordo del Deriguerina, un carguero francés atracado en el puerto gijonés de El Musel, junto a otros 1.100 niños en una expedición que tenía como destino la Unión Soviética.
Ania tenía tan sólo 10 años cuando llegó a Leningrado, la actual San Petersburgo. En el puerto de esta ciudad rusa les esperaba una gran recibimiento. Mucha gente portaba banderas republicanas y pancartas en las que podía leerse ¡Viva la República!, ¡Viva el heroico pueblo español! Los sinsabores de la travesía y de la despedida en El Musel quedaron mitigados así al sentir el calor del pueblo ruso.
Tras una breve estancia en un hotel de Leningrado, Ania y sus hermanos fueron trasladados a una de las casas que el Gobierno ruso había habilitado para los niños españoles. Se trataba de antiguos palacios de la nobleza reconvertidos para cobijar a estos pequeños exiliados.
En un régimen de internado y cuidados por personal ruso y español, los niños vivieron en estas casas hasta que la Alemania nazi atacó la URSS en el verano de 1941. De nuevo, la guerra se cruzaba en sus caminos y se convertía en su fatal destino.
El Gobierno intentó alejar a los pequeños del frente y conducirlos a lugares más seguros del interior de Rusia, pero hasta que terminó la guerra, sufrieron las mismas penurias que el resto del pueblo ruso. Como otros niños de la guerra, Ania se sintió siempre muy agradecido a las autoridades soviéticas por la educación y el buen trato que recibió durante su estancia en este país.
Se enamoró de otra niña de la guerra
Además, en Rusia conoció a la que se convertiría en su mujer, otra niña de la guerra. Pero tuvieron que esperar a la muerte de Stalin en 1956 para cumplir su sueño: regresar de nuevo a España. Ania, que había salido de Asturias como un niño, con apenas 10 años, regresaba con 19 a una tierra que apenas se parecía a la que un día se vio obligado a abandonar.
Militante comunista, Ania no renunció a su actividad política, a pesar de la persecución a la que el régimen franquista sometía a los miembros del PCE, lo que le condujo a la cárcel durante un año. Como él decía a veces, "en su vida había habido muchas piedras en el camino".
Pese a los numerosos obstáculos a los que se tuvo que enfrentar, su carácter inquieto no le permitía estar mucho tiempo sin hacer nada. Gracias a su insistencia, consiguió el dinero suficiente para levantar en El Musel un monumento conmemorativo de la salida de los niños españoles de este puerto gijonés rumbo a la Unión Soviética.
Pese a su avanzada edad, tampoco dejó de reclamar al Gobierno que cumpliera con su promesa de compensar económicamente a los niños de la guerra. Con una fina ironía, Ania llegó incluso a decir que a ese ritmo serían muchos los que recibirían las pensiones en el cielo.
Su despedida fue tal y como él siempre había deseado. Comenzó con el himno soviético y terminó con sus amigos cantando la Internacional con el puño en alto.
Su adiós no fue el de un niño de la guerra sino sólo el de Ania el ruso, como a él le gustaba que le llamaran, porque "aquella guerra no produjo niños, sólo dejó muertos y dolor a su paso", se lamentaba.
Juan Antonio Rodríguez, 'Ania el Ruso', histórico militante comunista, nació en 1928 en Oviedo, ciudad donde falleció el 5 de enero de 2007.
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