Ha llegaado a mis manos un artículo desde Memoria Histórica sobre un corto, que no tiene desperdicio y que, citando su fuente y autora, Marta Moreira, me atrevo a reproducir. Y aquí está.
memoria histórica
El
Stanbrook, un material inagotable para la ficción
Marta Moreira
El último cortometraje de
Óscar Bernàcer, premiado recientemente en la Seminci de Valladolid, se centra
en la agónica maniobra de evacuación de exiliados republicanos en el puerto de
Alicante que tuvo lugar durante los últimos compases de la guerra civil. El
dibujante Paco Roca y los escritores Rafael Torres y Gregorio León también se
han asomado por anterioridad a este episodio histórico
19/11/2020 -
VALÈNCIA. Quedan pocos documentos gráficos de la
caótica y trágica huida de republicanos a bordo del navío británico Stanbrook.
Una maniobra de rescate heroica que ayudó a salir de España a 2.638 personas,
dejando a cerca de 12.000 -familias enteras, soldados, alcaldes, maestros,
periodistas, obreros, diputados- varadas en el puerto de Alicante aquel 28 de
marzo de 1939. No cabía un alma más en aquel viejo y herrumbroso carbonero
inglés capitaneado por el ya mítico Archibald Dickson. La salida del Stanbrook
rumbo a la ciudad argelina de Orán, que tuvo lugar a las once de la noche y con
las luces apagadas (para sortear mejor los proyectiles lanzados por el crucero
franquista Canarias), marca de forma simbólica el fin de la guerra civil
española.
La evacuación humanitaria del Stanbrook, así como las
consecuencias que se derivaron de ella, tanto para aquellos que se quedaron en
tierra, como para los que llegaron al norte de África, desafían cualquier
relato de ficción bélica. Las represalias para aquellos que se quedaron; la
compleja relación de convivencia que se estableció entre la población civil y los
fascistas italianos que permanecieron un tiempo en Alicante; el decepcionante
trato que recibieron los españoles exiliados en los campos de internamiento
franceses; el hundimiento del Stanbrook a manos de un torpedo unos meses
después; el alistamiento de republicanos españoles en la División Leclerc
durante la Segunda Guerra Mundial. La lista de ganchos literarios y
cinematográficos es abrumadora. ¿Dónde poner el foco?
El guionista y director Óscar Bernàcer, que
acaba de recibir el Premio al Mejor Corto Español en la última edición de la
Seminci de Valladolid por Stanbrook, concentró su atención en el
capitán Dickson, que decidió embarcar a cuantos refugiados pudo, en lugar de la
carga de naranjas, azafrán y otros productos que se supone que había ido a recoger
al puerto de Alicante para transportarlos a otras partes de Europa. Las
embarcaciones de rescate por las que había pagado el gobierno de la República
no consiguieron esquivar el bloqueo marítimo franquista, dejando a una multitud
de personas sumidas en una creciente desesperación, conforme llegaban noticias
de la caída de los últimos bastiones republicanos en la península. La ofensiva
sobre Alicante era cuestión de horas. En el cortometraje, Bernàcer comparte con
nosotros cómo imagina él aquella triste estampa. Desde aquel navío, el capitán
galés y su tripulación verían una cenefa horizontal de seres agolpados en el
muelle. Podemos intuir cómo flaquearon los ánimos; cómo se espigaron los
nervios, arañando las paredes del estómago. Podemos imaginar un silencio tenso
y frágil, desplegándose como una sombra de mal agüero. Se sabe que algunos
claudicaron allí mismo y se quitaron la vida en el mismo puerto.

“Quería mostrar las dos caras de aquel momento -nos explica
Bernàcer-. Por una parte, la crudeza y la desesperanza de los refugiados, que
se concreta en la figura de un padre y una hija, y en el de una maestra que
viaja con su madre anciana. Todos ellos son un compendio de personas reales.
Incluso hay detalles en los personajes secundarios que están extraídos de
testimonios que he leído. Por otra parte, el cortometraje se centra en la
tensión que vivió el capitán Dickson y la tripulación al verse metidos en una
situación como aquella. Quise imaginar cómo fue el momento en el que tomaron la
decisión de recoger a toda aquella gente agolpada En realidad, hay varias
lecturas sobre este hecho a nivel histórico. Unos dicen que el capitán tomó una decisión heroica por
razones puramente humanitarias. Otros, los menos, dicen que fue un negocio y se
cobró el pasaje a quienes tenían dinero. Yo me quedé con la
primera versión, que creo que es la que todos queremos pensar, aunque supongo
que hay muchos matices. Me interesaba recrear esa acumulación de angustia y
tensión que observa el capitán desde su buque, y que le lleva a tomar una
decisión sin punto de retorno. No nos olvidemos de que asumió un enorme riesgo
para él mismo y su tripulación, y que él debía de responder de lo que ocurriera
a partir de entonces”.
No es difícil vincular la maniobra del Stanbrook con las
acciones humanitarias del Open Arms en el mar Egeo, por poner solo un ejemplo.
“Tuve muy en cuenta estos paralelismos a la hora de escribir el guion -señala
Bernàcer-. Está pensado
para que pudiese funcionar igualmente si hubiese puesto actores africanos
senegaleses o refugiados que huyen de la guerra de Siria. Este
ha sido uno de los retos que más me motivaba de este proyecto. La historia de
la humanidad es muy cíclica. Y ahora los refugiados han cambiado el sentido de
los botes; los exiliados republicanos huyeron al norte de África, y ahora ellos
vienen aquí. Y, si lo piensas bien, ¿acaso la cuarentena que tuvieron que
aguantar los españoles retenidos a bordo del Stanbrook a su llegada a Orán no
se parece mucho a un CIE de hoy en día?”.
Rodada en blanco y negro, con cámara al hombro en algunas
escenas, y una estética fotográfica que nos sitúa en un lugar impreciso entre
la ficción y el documental, Stanbrook recrea
con mucha efectividad el desbordamiento emocional de una masa de gente que
espera horas, incluso días, en el puerto. E imagina situaciones límite en las que saltan por
el aire las convenciones sociales y se hace hueco el “sálvese quien pueda”;
también otras en las que aflora la dignidad y la solidaridad con desconocidos,
repentinos compañeros de infortunio. “El clímax de la tensión dramática la
sitúo en una escena en la pasarela del barco que probablemente debió suceder de
forma distinta. Es ese momento en el que impera la supervivencia y se rompen
muchos principios. Son momentos en los que ya nada tiene valor. Ni las clases
sociales, ni la cortesía”.

Cada uno de los personajes
representa una parte de esa España que se estaba rompiendo. Hay
una madre ausente, que simboliza el papel activo de la mujer republicana
durante la guerra (¿quizás no está porque murió en el frente o fue encarcelada
por sus ideas?). Hay una maestra autónoma y con voz propia, una hija del
sufragismo que “representa los avances femeninos en la época de la República”.
También hay una mujer anciana, muy presente, pero que no tiene ni una línea de
diálogo. “Ella es la sensación de fracaso de la generación anterior a la de los
combatientes. Una generación que se ha quedado sin palabras ante la incapacidad
de los que son más jóvenes para ponerse de acuerdo”.
El rodaje de exteriores no se desarrolló en Alicante, sino
en los viejos astilleros del puerto de València donde se construirá la nueva
estación de pasajeros. Poco antes había estado rodando allí Rodrigo Sorogoyen
algunas escenas de la serie Antidisturbios.
“Las escenas del barco las rodamos en un decorado. Me hubiera gustado rodar de
forma mas abierta con la cámara moviéndose entre historias de tierra y barco,
pero eso necesita muchos medios y no fue posible. Este corto ha llevado un
trabajo enorme de posproducción de seis meses, pero el resultado creo que es
muy bueno”.
Stanbrook es la antesala de un largometraje, ambientado en
el mismo periodo histórico, que le ronda la cabeza a Bernàcer hace años. Le
tentaba la idea de llevar a la gran pantalla la fabulosa novela gráfica de Paco Roca Los surcos del azar,
pero el realizador Daniel
Monzón (Celda
211, La Caja Kovak) se adelantó al adquirir los derechos de la
historia. En cualquier caso, Bernàcer (nominado a los premios Goya 2021 por el
cortometraje El Deseado)
sigue adelante con la idea de exprimir el potencial cinematográfico del final
de la guerra civil. Un episodio histórico que tiene todavía muchos enfoques por
explorar.
“Descubrí la historia del Stanbrook hace años por pura
carambola. Me enviaron un día unos textos que hablaban de un aeropuerto que
utilizó la aviación fascista italiana durante la guerra civil cerca del pueblo
mallorquín de la madre de un amigo de mis padres. Al parecer, esta mujer tenía
una perrita, y uno de los aviadores se llevó la perra a un vuelo como cosa
graciosa, y ya no volvió. Los italianos proporcionaban militares y armamento al
bando franquista. Salían de Mallorca con sus barcos y bombardeaban desde
Cataluña hasta el Sur de Alicante. Quise saber más, y empecé a leer y a ver
documentales sobre el tema. Y así es como llegué al bombardeo del mercado de
Alicante, de ahí al Stanbrook. En el proceso encontré la novela de Paco Roca
sobre La Nueve, que es un historión”, apunta el realizador mallorquín y
cofundador de la productora Nakamura
Films.
La vinculación con La
Nueve
La novela gráfica de Paco Roca sobre la historia de la
formación de La Nueve -es decir, la de los republicanos exiliados españoles que
se sumaron a la Resistencia Francesa junto a la División Lecrerc y fueron los
primeros en liberar París de los nazis en 1944- está considerada como una obra
maestra en su género. El dibujante valenciano decidió ilustrar esta aventura
a través de personajes y anécdotas verídicos, pero dejando un margen amplio a
la imaginación a la hora de tejer el relato a través de la figura de Miguel
Campos. La biografía de este anarquista canario era hasta hace poco un gran
enigma, lo que lo convertía en el candidato perfecto para que Roca lo moldeara
en su libro. “Es en sí mismo un personaje muy novelesco, porque los testimonios
que nos han llegado, entre ellos del famoso capitán Dronne, lo describen como
un gran combatiente. Un tipo muy valiente, especializado en operaciones de
sabotaje muy peligrosas en las líneas enemigas. Pero desapareció de
repente, y nadie, ni su familia, saben qué pasó con él. Nunca se encontró su
cuerpo. También se especuló mucho con la idea de que había desertado. Y yo
justamente necesitaba un personaje que me diese juego para especular, porque la
biografía de los otros miembros de La Nueve, como Amado Granell -del que sí
sabemos que llegó a los campos de trabajo de Argelia tras desembarcar del
Stanbrook- o Federico Moreno sí pueden rastrearse de principio a fin”.
En Los surcos del azar, Roca fabula con la idea
de que Miguel Campos partió del puerto de Alicante en aquella complicada
travesía hacia Orán, y que una vez allí permaneció en cuarentena antes de ser
trasladado a un campo de internamiento y después a la construcción de la vía ferroviaria
Transahariana. Allí fueron humillados y tratados como esclavos por las
autoridades francesas, sobre todo tras la firma del armisticio de la Francia de
Vichy con la Alemania nazi, que afectó a parte del territorio francés y a la
totalidad de sus colonias. Es también la historia de cómo escaparon para unirse
a la Resistencia Francesa encabezada por el general De Gaulle, integrándose en
la 9ª Compañía de la División Leclerc.
Sin dejar de ser una obra de ficción, Los surcos
del azar ilustra maravillosamente y con mucha rigurosidad multitud de
capítulos fundamentales de ese pedazo de nuestra historia reciente. Ello
requirió una ardua tarea de investigación de varios años, y continuas
correcciones. Destaca sobre todo la ayuda del historiador Robert Coale; también
documentales como La Nueve, los olvidados de la victoria, de Alberto
Marquardt; libros como El hombre que liberó París, de Rafael
Torres (autor, a su vez, de la novela Los Naúfragos del Stanbrook),
así como artículos de hemeroteca del Diario Información de Alicante o los
testimonios escritos de Max Aub en los que hablaba de su paso por los
campos de trabajo argelinos. Aun así, el cómic se toma algunas licencias
artísticas, como cuando Roca dibuja al Stanbrook entrando en el puerto. Tal y
como explica el propio autor en la edición ampliada de Los Surcos del Azar,
en realidad el buque inglés llevaba más de una semana en Alicante cuando los
refugiados comenzaron a subir a bordo.
“Algunos pasajes del libro fueron complicados porque
casi no hay fotografías. Hay una del puerto de Alicante unas horas después de
que todo terminase y el ejército italiano llegase allí. También alguna de la
llegada a Orán, que me daba más o menos una idea de cómo era el puerto y el
barco. La carencia de material gráfico es un problema, pero también te da un
margen de libertad muy interesante para especular”, apunta Roca.
La princesa de Macao
El periodista y escritor Gregorio León (Pilar
de la Horadada, 1971) también quiso asomarse con la imaginación a aquella noche
del 28 de marzo de 1939. La princesa de Macao (Algaida, 2018) es
un “thriller sentimental” que arranca con la salida del exilio en el Stanbrook
y termina durante la Segunda Guerra Mundial en la antigua colonia portuguesa de
Macao, donde sobrevivían espías, traficantes, piratas o estrellas del cine en
un ambiente asfixiante. Ese es el trayecto que realiza su protagonista, Diana,
en busca de Ramiro, el hombre del que se enamoró durante bombardeos como el del
Mercado Central de Alicante -que el 25 de mayo de 1938 mató a más de 300
personas-. La llegada de las tropas italianas que controlaron la ciudad y se
relacionaban con la población civil propició que surgieran historias de amor
entre militares y jóvenes alicantinas. El hijo de uno de esos italianos
proporcionó al autor varias cartas de amor en las que también se inspira esta
novela. El personaje de Ramiro está de hecho basado en la figura de Cayetano
Zaplana, uno de los republicanos que pudo escapar del asedio de las tropas
franquistas y terminó en el desierto del Sahara construyendo el Transahariano
(igual que Miguel Campos en el cómic de Paco Roca).
“El instinto periodístico me llevó a buscar algún
superviviente del Stanbrook. Y para mí sorpresa, lo encontré en El Pilar de la
Horadada, muy cerca de donde yo nací. No fue fácil acceder a Cayetano Zaplana.
No se sentía héroe de nada, ni quería darse importancia. Pero al final logré
entrevistarlo. Me habló de los escorpiones, de las moscas, de la sed y el
hambre que se encontró en el Sáhara, y de crímenes cometidos por los guardianes
del campo de trabajo de Colomb-Bechar. No tenían gas mortal, pero sí cultivaban
el mismo instinto perverso y criminal de los nazis. Cayetano me enseñó su
biblioteca, muy nutrida. Cuidadísima. Y ese amor por la cultura y los libros
nació en Camp Morand, etapa intermedia antes de acabar en mitad del desierto,
donde las Juventudes Libertarias crearon escuelas. De Cayetano Zaplana tengo
dos imágenes: él mirando orgulloso su biblioteca, o consultando con una lupa de
aumento documentos y fotografías de aquellos años. Pero no hablamos de Miguel
Ruiz, el protagonista del cómic de Paco Roca, que es altamente recomendable”,
explica Gregorio León a Culturplaza.

“Los soldados de la División Littorio instalaron su campo
en la zona de San Juan, alojándose en pensiones y casas particulares. Y
surgieron romances fugaces. Yo pude acceder a las cartas que uno de esos
italianos le remitió, ya devuelto a Alicante, ese soldado a su novia
alicantina. Me las envió su hijo, y emocionaban, como cualquier carta de amor.
Y varios testimonios recabados hablan de su educación hacia la población local.
Es curioso que el primer periódico que se editó en el Alicante ya nacional se
llamaba Il Littorio, escrito en italiano e impreso en los talleres de donde
antes nacían las páginas de la publicación comunista Nuestra bandera”.
Con respecto a las conjeturas acerca del papel del capitán
del Stanbrook, Archibald Dickson, en el rescate de republicanos españoles,
Gregorio opina que es indemostrable que Archibald Dickson pidiera dinero para
permitir el embarque de las personas concentradas en el puerto de Alicante.
“Hasta se extendió el rumor de que la noche de antes se fue copas, y al día
siguiente actuó sin ser plenamente consciente de lo que hacía. Me parecen
fantasías novelescas. Sí pude recabar testimonios de supervivientes (Helia
González o el propio Cayetano Zaplana), y me confirmaron ese carácter heroico
del capitán Dickson. La única transacción acreditada en toda esta operación de
salvamento del Stanbrook es que el barco llega a Orán y las autoridades
francesas pidieron 170.000 euros para permitir el desembarco, después de una
larga cuarentena de un mes”.
Otra duda que surge es si fue el Stanbrook el único buque
que logró esquivar el bloqueo del puerto por parte de los fascistas, o si por
el contrario hubo más barcos que lograron evacuar a republicanos. “Hubo más
barcos, pero el número de republicanos evacuados es menos significativo. El 28
de marzo de 1939 solo había dos barcos en el puerto de Alicante. Aparte del
Stanbrook, quedaba el Marítime, utilizado por 32 autoridades republicanas de la
provincia. Antes de esa fecha, otras embarcaciones como el Winnipeg, el Ronwyn
o el Marionga rescataron a algunos exiliados, sin contar con barcos pesqueros
que se hicieron a la mar desde El Campello o Torrevieja”. “El Stanbrook salvó a
3.000 republicanos -añade-. Pero otros 12.000 quedaron abandonados a su suerte,
y fueron recluidos en campos de concentración habilitados a toda velocidad: La
Goteta, conocido como campo de los Almendros, o el de Albatera. Pero no solo
ahí. También en la plaza de toros de Alicante, en el cine Ideal, y hasta el
castillo de Santa Bárbara, donde se pueden encontrar rastros visibles de la
concentración de hasta 4.000 presos. Hay inscripciones grabadas recordando su
paso por aquel castillo convertido en cárcel. También sirvió de prisión el
Reformatorio de Adultos, donde es recluido el poeta Miguel Hernández. Moriría
nueve meses después”