Javier Macho escribió un artículo en El Mundo que
reproducimos aquí, a continuación. Establece una correlación entre los
migrantes que accederán a Valencia, desde el Aquarius, con la emigración
producida desde el puerto de Alicante en un barco carguero de nombre Stanbrook y cuyo capitán: Archibald
Dickson, tuvo la honradez, gallardía y valentía de despreciar su carga de
comestibles en favor del traslado y socorro de personas perseguidas por los
insurgentes del bando nacional, y cuya vida hubiera corrido un grave peligro de
no haber sido embarcados oportunamente.
UN ENFOQUE PLURAL
Su Aquarius, nuestro Stanbrook
Javier Macho 20 junio 2018
El
Stanbrook en el puerto de Alicante. EL MUNDO
SI UNO TIENE curiosidad los archivos de la Fundación Pablo Iglesias son una ambiciosa ventana abierta a nuestro pasado; al pasado reciente de toda España y muy particularmente al pasado de nuestra ciudad porque en ellos se puede, por ejemplo, acceder al listado completo de los viajeros y viajeras del Stanbrook.
Rafael tenía solo nueve meses, las hermanas Hermandad y Jubilosa dos y once años, Progreso tenía solo siete, Antonio y Conchita, también hermanos, tenían dos y cinco, y todos ellos junto con otros muchos niños y niñas y junto a mecánicos, agricultores, institutrices, ebanistas, periodistas, contables, ceramistas o estudiantes hasta un número de 1.835 personas formaron el pasaje de un buque que ya forma parte de nuestra historia y que colocó a Archibald Dickson, su capitán, en el listado de personas que aquí siempre recordaremos con todo el cariño.
El mismo capitán Dickson relató en una carta dirigida al editor del Sunday Dispatch de Londres de qué huían aquellas personas con estas palabras: «Cuando apenas habíamos salido del puerto el rumor del bombardeo probó ser verdad y a los 10 minutos de abandonar el puerto se inició un terrorífico bombardeo de la ciudad y del puerto y el flash de las explosiones se podía apreciar visiblemente y la conmoción de los proyectiles explotando se podía casi sentir».
Puede parecer que ochenta años es mucho en la vida de una persona, pero no lo debe ser tanto en la de una ciudad o en la de un país, por lo menos no lo suficiente como para que como sociedad podamos ser capaces de olvidar lo que una vez aquí sufrimos y volvamos la espalda a quienes ahora, ochenta años después han dependido de un barco sobrecargado y de la buena voluntad y el trabajo de personas que no conocen para salvar su vida y la de sus hijos.
Su Aquarius es un nuevo Stanbrook, uno de tantos, un barco que representa también la medida de nuestra capacidad como ciudad, como Comunidad y como país de comprometernos con nuestra memoria reciente y de ser dignos de personas como el Capitán Dickson, porque los niños y niñas que llegarán a nuestra ciudad son, en esencia los mismos que se fueron en nuestro Stanbrook. No lo olvidemos.
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